Cuando algo es muy muy difícil, mi madre dice que hay que rezarle a San Judas Tadeo, el santo de los imposibles. Estaba yo pensando que quizás es a él a quien las madres tenemos que pedir la bendita conciliación, sobre todo ahora que llega la Semana Santa.
Mientras media España mira al cielo y reza para que no llueva, las madres de España rezamos para sobrevivir a los "los juegos santos de la conciliación" porque no hay fórmula mágica, sino más bien una combinación de malabares imposibles que incluyen:
- Pedirle a la abuela que se haga cargo el máximo tiempo posible de las criaturas y si de vuelta nos mete en la mochila de la niña el túper de las sobras y fruta fresca la beatificamos. Porque 7 de cada 10 mujeres recurren a las abuelas y abuelos cuando ellas o sus parejas, si la tienen, no pueden atender los cuidados de los hijos e hijas.
- Rezar para que la empresa nos conceda las vacaciones y nos exculpe porque el sentimiento de estar en deuda nos afecta a la mayoría de las madres que trabajamos por cuenta ajena. Y es que el 87% de las mujeres ha renunciado a algún aspecto de su trayectoria laboral cuando llega la maternidad.
- Encender una vela para que no madruguen y poder avanzar lo máximo si eres autónoma, sintiendo que nada lo haces bien. 1 de cada 10 mujeres emprende huyendo de la rigidez de los horarios laborales y así poder conciliar.
- Encomendarnos a la flexibilidad laboral si es que estás en ese 19% de mujeres que cuenta con flexibilidad horaria en los días no lectivos o vacaciones escolares para facilitar la conciliación.
Y es que en un país donde la conciliación es un privilegio pagado y el teletrabajo brilla por su ausencia, las madres llegamos agotadas a la Semana Santa y en vez de visualizar el disfrute en familia, pensamos en que pase rápido y con los menos daños colaterales posibles. Luego nos juzgarán y dirán: "Para qué has sido madre si solo sabes quejarte", "para qué pides conciliación si no quieres estar con tus hijas". Reivindicar no es quejarse y conciliar nuestro derecho.
¿Tan difícil es entender que lo que queremos es cuidar con dignidad cuando estamos cuidando y trabajar con dignidad cuando estamos trabajando? Y para esto no podemos solo mirar a las madres. Lo que falla no está en nosotras, no, lo que falla está en un sistema que solo prioriza lo productivo y que se ha olvidado totalmente de la vida, abandonando a las madres a su suerte y alzando nuestra renuncia como única solución.
Así que yo propongo el Domingo Santo sacar en procesión por las calles de cada ciudad a una "Santa Madre", con su capa de "superwoman", su mochila de culpa y toda su carga mental visible, para aplaudirle, cantarle y liberarle de todos sus pecados de Malamadre. Porque bastante tiene con sobrevivir.