Lo bueno de haber cumplido unos cuantos trienios –once, en mi caso– en esto de la información de sucesos es que uno ha visto y oído lo suficiente como para que la capacidad de asombro haya mermado bastante, especialmente en todo lo referente a una de las especies más previsible de nuestro mundo: los políticos. Llevan décadas hablando de más, metiendo la pata y complicando la vida a los demás a mayor gloria de sus egos. La cosa viene de lejos. Los políticos bocachanclas han jalonado nuestra historia, también la criminal.

La primera vez que lo comprobé fue en Alcàsser, a principios de los noventa. Miriam, Toñi y Desiré, tres adolescentes, habían desaparecido y tres meses después unos apicultores hallaron sus restos en La Romana. Antes de que a la Guardia Civil le diese tiempo a llegar al domicilio de la familia Anglés –una receta encontrada junto a la fosa llevaba el nombre de uno de los hermanos–, el gobernador civil de la zona reveló que se habían encontrado los cuerpos y anunció que muy pronto habría detenciones. Cuando la Guardia Civil llegó a la casa de los Anglés, Antonio no estaba ni se le esperaba.

Han pasado treinta años y los políticos no parecen haber aprendido mucho. El ministro Grande-Marlaska –que entra en la minoritaria categoría de político sensato– se metió en un espinoso jardín a cuenta de la multitudinaria agresión homófoba de Malasaña, que resultó ser una invención de la supuesta víctima. Este fin de semana, varios políticos –ninguno de ellos con historiales de sensatez acreditada– hicieron gala de su incontinencia a través de sus cuentas de Twitter, hábitat ideal de los bocachanclas. Victoria Rosell, exjueza y actual delegada de violencia de género, se lanzó a afirmar que se había confirmado la “muerte violenta” de Esther López, la mujer cuyo cadáver fue hallado el pasado sábado en Valladolid, y a la vez pidió evitar elucubraciones. Para que nada quedase al azar, aportaba como irrefutable prueba de su afirmación, un titular de eldiario.es en el que se decía que se había confirmado que el cuerpo encontrado en Traspinedo era el de Esther. De hecho, a la hora que la delegada confirmaba la etiología violenta de la muerte de la mujer, varios forenses trabajaban en su cuerpo a la búsqueda de una respuesta.

Hay pocos escenarios peores que Twitter para hablar de sucesos. Un mitin es uno de ellos. Y allí, en mitad de un mitin, el candidato del PSOE a la Presidencia de la Junta de Castilla-León, Luis Tudanca, no dudó de calificar la muerte de Esther de “asesinato machista”. El candidato Tudanca hizo un largo viaje mientras el cuerpo de la mujer estaba siendo diseccionado: decidió que su muerte fue violenta y que el responsable mantiene o había mantenido una relación con ella.

Volviendo a Twitter, el presidente del Partido Popular, tampoco quiso dejar de dar gusto a los suyos a costa de la muerte de Esther y pidió la prisión permanente “que quería derogar la izquierda, para evitar que reincidan estos salvajes”. Del tuit de Casado se colige que la mujer fue víctima de una agresión sexual antes de ser asesinada, único supuesto en el que sí estaría justificada la prisión permanente revisable.

A la hora de escribir estas líneas, no tengo ni idea de las causas de la muerte de Esther López. Por eso, trato de ser prudente. Me avergonzaría profundamente que los padres de la mujer muerta me dijesen que he hablado de más, que su hija no murió como yo dije o que sus responsables no pasarán entre rejas todo el tiempo que yo preveía.