"Del Atleti y aficionado a los toros… Luego te quejarás cuando te llamen Torrente". El aludido se ríe, encaja con buen humor el comentario del inspector jefe. Son amigos hace años, pese a sus diferencias. Uno, madridista hasta su última célula; el otro, colchonero. Uno, adscrito a la religión de José Tomás; el otro, a la de Robert Plant y sus Led Zeppelin. Uno, casado y con dos hijos; el otro, soltero y abuelo –una larga historia que quizás explique en otro momento–. Pero los dos comparten códigos, los de los viejos maderos, los de los pasmas de siempre, esos que se transmiten de mayores a pequeños y que se aprenden en inacabables tronchas y viendo anochecer y amanecer en los despachos de una brigada de policía judicial.
El colchonero acaba de recibir la noticia de que en septiembre comienza el curso que le convertirá en comisario. Lejos de presentarse eufórico a la cita, anda algo incómodo. El ascenso no le va a dejar acabar la misión en la que lleva embarcado hace ya unos cuantos años, a 4.600 kilómetros de casa –"es que no me dejan terminar el proyecto y eso que avisé"–, cuyo final estaba previsto para finales de este año. Cualquier otro estaría dando saltos de alegría; a él, su prusiano sentido del deber no le deja. A su colega no le sorprende. Ni a él ni a todos los que le conocen.
En la Brigada de Policía Judicial de Madrid y en la Comisaría General de Policía Judicial dejó su impronta: la del trabajo impecable, la del cuidado a las víctimas, la de partirse la cara y algo más por los suyos. Algún poderoso proxeneta, muchos mafiosos de Europa del Este y hasta algún sheriff venido a menos están en su saca. En eso anda a la par con su colega, el madridista: primero en la Comisaría General de Información y ahora en la Brigada de Policía Judicial dicen de él que es listo como pocos y que jamás deja con el culo al aire a los suyos. Terroristas islamistas, asesinos y organizaciones criminales de todo pelaje han ido engordando el historial del inspector jefe.
El periodista interrumpe la conversación entre los dos colegas para interpelar al madridista.
– ¿Y tú? ¿Para cuándo te presentarás a comisario?
– Yo igual paso a segunda actividad y me dedico a aprender a tocar la guitarra.
No lo creo, será otro gran comisario. Como su colega. Son dos ramas nacidas del mismo árbol, el que da buenos maderos.