Hola, joven periodista que estás dando tus primeros pasos en la profesión. Si dedicas un rato a leer estas líneas, no pienses que están escritas desde ningún plano de superioridad moral ni profesional. Sólo son unos cuantos consejos, que me permito darte con el único aval de que llevo en este oficio treinta y seis años y será raro que entre tus compañeros encuentres a alguien así de veterano. Los EREs, los ERTEs, la interminable crisis de los medios y la biología –los periodistas nunca hemos llevado buena vida– han ido exterminando a los de mi generación.
Ahora hay quienes se empeñan en que las redacciones sean lugares tan asépticos como la consulta de un odontólogo, sin papeles en las mesas y sin nada colgado en las paredes, así que no podrás leer esos carteles que tanto educaban a los recién llegados: “¿Quién coño va a llegar a leer el tercer párrafo?” o “Si tu texto te parece flojo es que es una mierda” o “Si quieres dar tu opinión, cómprate un periódico”. Aquellos lemas con los que los veteranos decoraban las paredes de las redacciones servían de primera cura de humildad a los recién llegados, que siempre estábamos dispuestos a comerse el mundo.
Cuando llegues a tu redacción, respeta a todos, no solo a tus jefes. Haz caso de este símil que me enseñaron cuando yo empezaba: al subir una escalera, no olvides saludar a todos los que te cruces, porque te los encontrarás al bajar. Y te aseguro que en este oficio se sube y se baja muchas veces. Cuando lleves un tiempo trabajando y lleguen novatos, respétalos y no olvides de dónde vienes. Hace nada que tú eras como ellos. Ayúdalos. Compite con otros medios, no con tus compañeros de la misma redacción.
Aprende de los mayores, escúchalos y quédate con sus lecciones. Si nadie te enseña, exige que te enseñen, pregunta, sé curioso. Una de las mejores cosas de este trabajo es que no se deja de aprender ni un solo día. El cámara o el fotógrafo con el que vayas a cubrir una noticia sabe del oficio y de la calle mucho más que tú y sin ellos tú no vales nada, así que cuídalos y respétalos. Tampoco vales nada sin tus compañeros de producción o de realización. Tú no eres nada más que una parte de un enorme engranaje y es tu obligación engrasar esa maquinaria. Pide siempre las cosas por favor y da las gracias.
A nadie, ni siquiera a tus jefes y mucho menos a tu público, le interesa que no hayas dormido, que no hayas comido, que estés lleno de barro, que pases frío, que estés mojado o que te hayan tratado mal durante la cobertura de una noticia. Te pagan por llegar, ver, escuchar y contar la información de interés, no por narrar tus aventuras y desventuras. Mantén a tu ego alejado de tu trabajo. El foco siempre debe apuntar a los demás.
Cuando llegues a una ciudad que no es la tuya, pide ayuda y respeta a los compañeros de la prensa local. Todos y cada uno de ellos son mejores periodistas que tú, aunque llegues con un coche rotulado con el logo de una cadena nacional y tengas millones de espectadores. Ellos conocen bien el terreno y cuidan a sus fuentes.
Ni Google ni las redes sociales son una fuente de información. Este oficio no es tan sencillo. Tener fuentes cuesta años y perderlas cuesta un minuto. Trabaja duro para ello, atiéndelas, sal a la calle a buscarlas, gasta tiempo en tomar café con ellas. Es una inversión mucho más segura y rentable que hacerte selfies que acaban en tus redes cada vez que vas a cubrir una noticia.
No pretendas cambiar el mundo desde este oficio. Sólo te debes a tu empresa, a la verdad y a tus lectores, oyentes o espectadores. Milita en la causa que quieras, pero hazlo en tu vida privada. Pese a lo que pueda parecer hoy, ser periodista y militante es totalmente incompatible.
Nunca olvides que esto es una carrera de larga distancia en la que los esprints y los destellos no sirven de nada. Si te va bien, podrás estar tres o cuatro décadas dedicado a esta profesión. Y, créeme: lo que hayas hecho ayer no sirve para nada. Tu directo, tu vídeo o tu noticia de hoy mañana se habrá olvidado y te tocará seguir trabajando, seguir buscando, seguir aprendiendo. Y así, día a día. Te cerrarán noventa y nueve puertas antes de abrirte una y esa es la esencia de este oficio.
Eres un privilegiado por haber llegado a una redacción. Hazte merecedor de seguir en ella trabajando duro, haciendo equipo y siendo humilde. Los atajos valen muy poco en esta profesión.