"Lo mínimo sería que los condenaran al silencio social: no tienen nada que enseñar. Si han cumplido un proceso de reinserción social y recuperación, mejor para ellos, pero para mí no cambia nada, nadie puede devolver lo que ya no existe".
Así habla de los criminales de su padre Francesca Marangoni, hija de un médico asesinado por las Brigadas Rojas en 1981, en mitad de los años de plomo que dejaron cientos de crímenes en Italia. Su testimonio es recogido por Mario Calabresi en el excepcional 'Salir de la noche', publicado recientemente por Libros del Asteroide. El autor, reputado periodista, es hijo de un comisario asesinado por un grupo de extrema izquierda después de haber sido falsamente acusado de haber arrojado por la ventana a un anarquista detenido. Calabresi narra con detalle la campaña de calumnias que culminó con la muerte de su padre, en la que participaron medios de comunicación de extrema izquierda e "intelectuales", los habituales abajo firmantes. Es decir, los imbéciles útiles que precisa toda causa, por abyecta que sea.
El valor del libro es incalculable y en sus 174 páginas hay verdad, dignidad y justicia a toneladas y, sobre todo, un sinfín de enseñanzas muy válidas para nuestro país. Calabresi no se detiene en su tragedia –el asesinato de su padre dejó una viuda, dos hijos y uno en camino–, sino que abre el foco y pone altavoz a todas las víctimas de la violencia de aquellos años. Y en todas ellas se destila serenidad y, sobre todo, una altura a la que ni de lejos llegan sus verdugos ni los gestores del fin de la violencia.
La misma Francesca da una definición de los terroristas de las Brigadas Rojas perfectamente aplicable a los miserables gudaris de ETA: "Eran unos gilipollas de aúpa. Pero no es esa la imagen que ha perdurado: las Brigadas Rojas llevan consigo un aura de personas comprometidas, de luchadores, cuando en cambio eran solo unos desgraciados que llegaron a la lucha armada para redimir vidas sin perspectivas, personas pobres de ideas y de espíritu".
Calabresi sostiene, como todas las demás víctimas que aparecen en su libro, que no deben ser ellas quienes legislen, pero sí exigen el aislamiento social de quienes provocaron un dolor inmenso a tantas familias. No hay ánimo de revancha, pero sí de reconocimiento y, sobre todo, de la elaboración de un relato que se ajuste a la realidad. Apela el autor a la responsabilidad de los medios de comunicación para contribuir a esta construcción: "En esto, los medios de comunicación tienen una particular responsabilidad. Los periódicos y las cadenas de televisión no tienen demasiados escrúpulos a la hora de poner un foco sobre los terroristas, de facilitarles el acceso al escenario, incluso cuando es claramente inoportuno".
Igual que en España, la mayoría de los terroristas que llenaron de dolor Italia han salido de prisión. Calabresi, igual que yo, piensa que "el Estado debería haber intercambiado la libertad provisional por un claro compromiso en aras de la claridad y de la definición de responsabilidades". Aquí, los terroristas de ETA salen de la cárcel sin más compromiso que asistir a los nauseabundos homenajes que se les brinda en sus pueblos.
'Salir de la noche' plasma unas palabras del presidente italiano Giorgio Napolitano que muestran cuánta falta de altura ha habido en nuestros dirigentes para gestionar la era post-ETA. "La legítima reintegración en la sociedad de los culpables de actos de terrorismo que hayan saldado sus deudas con la justicia debería traducirse en el reconocimiento explícito de la injustificable naturaleza criminal del ataque terrorista contra el Estado y sus representantes y servidores, y debería ir acompañada por conductas públicas inspiradas en la máxima discreción y mesura".
En España, la discreción y la mesura de los terroristas pasa por presentarse a las elecciones, ser votados masivamente y hasta ser entrevistados en espacios de prime time para hablar del "conflicto". Lean a Calabresi y mirarán hacia Italia con la misma melancolía y envidia que yo lo he hecho.