La Policía desvelaba hace unos días que la Brigada Central de Estupefacientes y el GRECO de Galicia habían desmantelado el mayor laboratorio de producción de cocaína de Europa. Y lo hicieron antes de que saliese un solo kilo de los doscientos diarios que podía producir esta factoría. La inversión para instalar en Europa un laboratorio como los de la selva colombiana rondaba los dos millones de euros, lo que da una idea del poderío del grupo. Todo indica que un cartel mejicano estaba detrás de esa millonaria apuesta.
Hace apenas unas horas, un comisario español destinado en Sudamérica me transmitía su inquietud por la irrupción de las organizaciones mejicanas en Colombia. Hace ya años que los mejicanos lideran la exportación de droga a Estados Unidos y ahora quieren llevar su mercancía a Europa y si es necesario disputarán esa hegemonía a sangre y fuego, como ya están haciendo en algunas zonas de Ecuador, un país que se ha convertido en un importante corredor para dar salida hacia Europa a la droga colombiana.
Un responsable de la Brigada Central de Estupefacientes me contaba hoy mismo que está muy cerca el día que las organizaciones mejicanas –"que llevan tiempo trayendo cocaína a España"– diversifiquen su negocio y comiencen a importar la droga que más beneficios les ha generado en los últimos tiempos, la metanfetamina, una sustancia barata y devastadora para la salud.
El precio del kilo de cocaína se ha desplomado en España porque laproducción se ha disparado en Colombia. Allí se cultiva más coca que nunca –200.000 hectáreas en 2021, un 43 por ciento más que el año anterior– y pese a que el grifo de la ayuda norteamericana sigue chorreando dólares, el Gobierno de Petro erradica muy pocas plantaciones. La caída en 2021 de Otoniel, el jefe del Clan del Golfo, no ha reducido la actividad del narcotráfico, sino que la ha atomizado en pequeños grupos locales y ha abierto el camino a los todopoderosos carteles mejicanos.
A España llegan señales muy preocupantes desde el crimen organizado. Los mejicanos disputan el gran narcotráfico a la joven y ambiciosa mocromafia y a los viejos reyes colombianos; los clanes serbios y albaneses parecen dispuestos a asegurarse el control del tráfico de marihuana por encima de británicos, chinos y grupos nacionales; en las grandes ciudades las organizaciones dominicanas se han apropiado del tráfico a pequeña escala. Es un realidad silente y latente, que solo da la cara cuando un ajuste de cuentas o una disputa territorial hace que la sangre salpique nuestro anestesiado bienestar y nos recuerda que el crimen organizado está entre nosotros y no tiene previsto irse. Muy al contrario, si no lo evitamos, se hará aún más fuerte.