Me lo contaba hace unos días la responsable de prensa de un Tribunal Superior de Justicia que dentro de unas semanas acogerá un juicio mediático, es decir, al que acudiremos periodistas que habitualmente trabajamos en la redacción de un medio nacional, que casi siempre están en Madrid. La encargada de prensa del TSJ me daba las instrucciones pertinentes para la cobertura de la vista y con cierta sorna propia de su origen, me espetó: "A ver si vas a ser como uno que hace unos años llegó aquí a informar de un juicio y me dijo: 'Te voy a contar cómo hacemos las cosas en Madrid'".
El aviso me arrancó una sonrisa y disparó mis recuerdos. Cuántas veces en los últimos treinta años he ido a cubrir un suceso o una vista oral y me he encontrado con ejemplares como al que se refería la compañera del TSJ. Cuánta prepotencia y cuánto aire de superioridad he visto en ellos, como si trabajar en una u otra ciudad o en una u otra redacción marcase la diferencia de calidad entre periodistas. Como todas, esa ignorancia se cura leyendo y observando. Leyendo y observando a los compañeros que ejercen el oficio en medios locales o en las delegaciones de medios nacionales.
Todos ellos suelen merecer el desprecio de los que vienen desde Madrid, cargados de soberbia y altanería, convencidos de que su condición de llegados desde la capital les va a garantizar el acceso a los mejores testimonios, a las mejores historias y hasta al mejor trato. Y todas las ocasiones en las que he visto en acción a estos especímenes también he visto la sonrisa en la cara de los nativos cuando los veían estrellarse. Porque ninguno de los que llegamos desde Madrid somos mejores que los compañeros que se pasan todo el año ganándose a sus fuentes –abogados, policías, fiscales, jueces, guardias civiles, funcionarios…– con su trabajo y su oficio como únicas credenciales.
Es ahí donde sobrevive el periodismo de fuentes de información y de calle. Son ellos el último reducto de este oficio cuyos códigos parecen haber caído en un oscuro pozo. Así que dentro de unos días, cuando aparezca por esa capital de provincia para cubrir el juicio, presentaré mis respetos y pediré ayuda a los reporteros de la prensa local. Así lo hago cada vez que viajo en los últimos años, como bien saben unos cuantos compañeros a los que tanto debo, sin los que mi trabajo en sus territorios habría sido mucho peor.
Taciana Díaz, David Espiño, Isa García Couso, Laura Cornejo, Javier Borrás, Pedro Martín, Javi Martínez, Natacha Llarena, Juanjo Cuéllar, Cecilia Cano, Paco Mesa, Juan Cano, Olaya Suárez… Todos ellos y unos cuantos más me han hecho pensar lo lejos que estamos en Madrid del verdadero ejercicio del oficio, el que ellos siguen ejerciendo: ir a los lugares donde ocurren cosas, ver lo ocurrido, escuchar a los protagonistas y contarlo bien.