"No sabéis qué hacer para no estar con la familia en casa". A las diez de la noche del 24 de diciembre, una veintena de agentes del GEO llegaron a su base de Guadalajara y fueron recibidos con estas palabras por su comisario. Los policías acababan de solventar un incidente con rehenes de manual, tal y como lo definió uno de los responsables del operativo, que a punto estuvo de privar a medio centenar de policías de la nochebuena en familia.
Todo empezó el jueves, cuando un hombre secuestró a punta de revólver a su hermana en Molina de Segura (Murcia). El autor del secuestro, ex buzo profesional, tenía sus facultades mentales mermadas. Hace un tiempo, tras la muerte de su padre, cobró la herencia, dejó el trabajo y se sumió en un delirio que alimentaba día a día: pensaba que el hijo de su hermana era realmente hijo suyo y que el crío iba a caer en manos de una secta de adoradores de Satán si él no lo evitaba. Antes del secuestro preparó a conciencia la casa de Cañada Hermosa donde ocurrieron los hechos: blindó la puerta del sótano y se hizo con un arsenal compuesto de una escopeta repetidora del calibre 12.70, una pistola, un revólver, un chaleco antibalas con placas caseras, un casco y varias bombonas de butano y oxígeno.
El secuestro tuvo una respuesta policial inmediata. El jefe superior de Murcia, Ignacio del Olmo, movilizó a su brigada de policía judicial, a la UPR y pidió la ayuda del GOES de Valencia. En los primeros compases del secuestro, uno de los agentes del GOES resultó herido al ser alcanzado por un disparo del secuestrador, que respondía a tiros hasta cuando se le iba a llevar comida.
La cosa pintaba mal. El negociador de la Jefatura de Murcia veía que sus esfuerzos eran vanos. Difícilmente se puede negociar con alguien que está en pleno brote de esquizofrenia. Ante lo complicado de la situación, se movilizó al GEO. Una veintena de agentes y Elko, el perro de intervención de la unidad de élite, llegaron al lugar del incidente el día 23. Las horas pasaban y el secuestrador no daba un solo paso que hiciese albergar esperanzas de un buen final. Al contrario, el tipo seguía respondiendo con fuego cualquier sugerencia de la policía.
En la mañana del 24 de diciembre, uno de esos cruces de disparos sirvió para que la rehén se acercase a una ventana y abandonase la casa con la ayuda de varios geos. El escenario ya era bien distinto: el secuestrador se convirtió en un atrincherado solitario, que solo se podía hacerSE daño a él mismo o a alguno de los agentes del dispositivo, porque seguía disparando a todo lo que se movía a su alrededor.
En torno a las cinco de la tarde se produjo el asalto final, con una estrategia de manual de unidad táctica: una maniobra de distracción sirvió para neutralizar al hombre, al que acabó de inmovilizar Elko, el perro de intervención del GEO.
Con el tiempo justo, los agentes de la Jefatura Superior de Murcia, del GOES de Valencia y del GEO llegaron a cenar a sus casas con el olor a pólvora aún impregnado en su piel y con los niveles de adrenalina en todo lo alto.
El secuestrador, herido en el brazo, fue trasladado a un hospital y de ahí irá previsiblemente a prisión, donde seguirá en el agujero negro en el que nuestra sociedad esconde a los enfermos mentales.