Dice Arnaldo Otegi, el eterno líder de EH Bildu, que su partido está siendo víctima de una campaña de las cloacas del Estado, a la que paso a sumarme humildemente desde este pequeño espacio adscrito a los sumideros más sucios del sistema. El enfado del democrático líder de la legítima y democrática formación viene después de que COVITE, un colectivo de víctimas del terrorismo que jamás ha querido hacer el caldo gordo a partido alguno, desvelase que entre los candidatos de la muy democrática coalición abertzale hay44 condenados por su pertenencia a ETA, entre ellos siete con delitos de sangre. Y es que, claro, ETA mató tanto y durante tanto tiempo que sus militantes con condenas se cuentan por centenares, y cómo Otegi y los suyos iban a pensar que en estos tiempos en los que la memoria histórica acaba en 1975 alguien se tomaría la molestia de comprobar cuántos matarifes optaban a un acta de concejal. Cosas de COVITE y de esas incómodas víctimas adscritas a las cloacas del Estado que tanto empeño ponen en que no llegue a Euskadi lo que la democratísima EH Bildu llama "normalización". ¿O es que a alguien no le parece normal que haya asesinos representando a ciudadanos de los pueblos donde hace unos años ellos mataban, extorsionaban y señalaban? Normalísimo.
Los compañeros de ABC Pablo Muñoz y Guillermo Navarro publicaron ayer, domingo, un reportaje que da una perfecta idea de lo enferma que está una parte de la sociedad vasca. Los periodistas acudieron a los pueblos donde EH Bildu presenta a sus candidatos condenados por asesinatos terroristas y lo que encontraron allí fue el silencio y el rechazo de los vecinos y esa socorrida frase que tanto oímos los que trabajamos en Euskadi durante los años de plomo de ETA: "Yo no hablo de política". No hablaban de política y callaban ante los crímenes, las amenazas y las extorsiones y con sus silencios hicieron posible que el terrorismo se perpetuara, igual que ahora hacen posible la indignidad de que exista una remota posibilidad de que asesinos se sienten en sus salones de plenos.
El descubrimiento de COVITE ha puesto a unos cuantos frente al espejo y ha dado un baño de realidad a los que claman encendidos por la memoria histórica y olvidan sistemáticamente la memoria de las víctimas de ETA. Once socialistas murieron asesinados por la banda a la que pertenecían 44 candidatos de un partido con el que el PSOE ha pactado para mantenerse en el Gobierno. Si el enunciado me revuelve a mí las tripas, no puedo imaginar lo que provoca en las familias de Fernando Buesa, Isaías Carrasco, Francisco Tomás y Valiente, Juan Priede, Ernest Lluch, Fernando Múgica… Como única explicación y consuelo a estas familias, el presidente Sánchez –principal hacedor de los pactos con Bildu– se limitó a señalar desde Washington: "Se podrá decir si es legal, que es legal, pero desde luego no es decente y merece el mayor de los reproches".
La ministra de Igualdad, Irene Montero, tan locuaz en otras ocasiones, balbuceó cuando se le preguntó por la cuestión que "Bildu es un partido democrático que elige sus listas por los procedimientos que ellos consideran oportunos". Gabriel Rufián, interpelado por la misma cuestión, tiró del socorrido comodín del fascismo: "Lo que no es opinable es que ETA no existe desde hace más de una década. En cambio, el fascismo sigue existiendo en todo el mundo y sigue habiendo representación de sus ideas".
Es indiscutible que esos 44 candidatos de EH Bildu condenados por pertenecer a ETA, incluidos los siete asesinos, han cumplido con la justicia. Es un éxito del Estado de Derecho que hayan pasado largos años en prisión y hasta que puedan figurar en unas listas electorales. Lo que da verdadero asco y produce náuseas es que aquí no se hable de cordones sanitarios, de alertas antifascistas ni de romper inmediatamente cualquier pacto con quienes ya no disimulan a la hora de presentarse, no como los herederos de ETA, sino como ETA misma. Las víctimas de los siete matarifes de las listas de EH Bildu merecerían al menos ese gesto. Pero ya se sabe que las víctimas son uno de los principales arietes de las cloacas del Estado. Yo seguiré haciendo lo que pueda desde mi rincón en las alcantarillas para que todos los que mataron, secuestraron, amenazaron y extorsionaron sean tratados como merecen: que una vez hayan cumplido sus condenas sean mujeres y hombres libres, pero que no se meen en las tumbas de sus víctimas con la complicidad de un partido que puso once de esas víctimas.