El alcalde de Madrid y portavoz del PP, José Luis Martínez Almeida, hizo zoom en la foto en la que Sánchez reapareció desde Lanzarote. Y se encontró con una gran sorpresa. Que el presidente del Gobierno, durante sus vacaciones de verano en Lanzarote, usa alpargatas.
Con sorna e ironía, Almeida escribió en su cuenta de Twitter que con este tipo de calzado se toman mejores decisiones. Esta es toda la crítica que a Almeida se le ha ocurrido hacerle al presidente del Gobierno desde que se desencadenara la crisis de Afganistán. Nada más aparece en su red social sobre lo que debería hacerse o sobre las propuestas de su partido. No digo que no se pueda criticar a Pedro Sánchez. Digo que el nivel podría elevarse.
De hecho, el presidente del Gobierno tardó mucho en aparecer de cuerpo presente. Y más está tardando en no hablar, porque todavía no lo ha hecho a diferencia de sus principales homólogos europeos. Twitter no vale para todo. A ver si los políticos se lo aprenden.
Sánchez y su equipo debieron de darse cuentas de las críticas que saltaron el martes y montaron rápidamente unas imágenes de la reunión virtual con los Ministros de Defensa y Asuntos Exteriores. Para que constara que estaba al pie del cañón.
No creo que sea tan complicado que él mismo se grabe un vídeo para fijar la posición de nuestro país ante una situación tan dramática. A Macron, el presidente francés, le hemos visto últimamente en apariciones caseras, con un look informal, pero dejando claro su mensaje.
Lo importante no es si nuestro presidente calza alpargatas en verano o no, lo importante es su reacción a tiempo.
Las críticas por la desaparición de los presidentes del Gobierno en verano no son nuevas. Es un recurso fácil de la oposición, independientemente del partido que sea. Como si no estar presente y visible a todas horas significara olvidarse del país que uno gobierna. Dudo que Mariano Rajoy se comportara así y dudo también de que Sánchez haya vivido al margen de Afganistán tumbado en la piscina. Pero le ha faltado rapidez a la hora de fijar el papel de España ante la crisis.
Pablo Casado debe estar también de vacaciones. Merecidas, por cierto.
Hay quien podría reprocharle que no se haya pasado por el incendio que ha asolado su tierra, Ávila. Ha escrito tweets de apoyo y gratitud a los bomberos, eso sí. Pero es que seguramente también le haya pillado lejos. Quizá sin alpargatas, pero lejos. O quizás cerca, pero sin ganas de interrumpir su descanso y el de sus colaboradores que tendrían que acompañarle. No nos engañemos, es agosto para todos.
Tampoco Casado se ha grabado ningún vídeo fijando la posición de su partido por la crisis de Afganistán. Y lo que más me sorprende, ninguna palabra del líder de la oposición en sus redes sociales a los afganos que va a acoger nuestro país. No hay bienvenida del líder del Partido Popular. Me llama la atención que no haya expresado su emoción o alegría al ver que han llegado los primeros, sanos y salvos o que no haya mostrado su solidaridad para que consigan una vida feliz y tranquila en territorio español. No hay palabras amables en Casado para nada que tenga que ver con la obra de Sánchez.
Esta semana no hemos llegado al 70% de la población vacunada con pauta completa tal y como había planeado el Gobierno de coalición. El PP lo tilda de fracaso, sin ser tampoco capaces de enorgullecerse por el hecho de que seamos uno de los países con el ritmo de vacunación más rápido. Ni tan siquiera una felicitación a la mayoría de españoles que han acudido en masa a la llamada de la vacunación. La ralentización se debe, sencillamente, a que los españoles están en alpargatas. Ya llegará septiembre y vendrán a vacunarse. Entonces lo harán con zapatos cerrados y de cordones.