Bertolt Brecht se preguntaba de qué sirve denunciar el fascismo si no se condena el capitalismo que lo origina. Para Brecht, lo de estar contra el fascismo sin estar contra el capitalismo equivale a reclamar una parte del ternero sin sacrificarlo.

Y esto viene al hilo porque, en los últimos tiempos, la izquierda ha perdido su hegemonía en las calles y, con ello, en las instituciones, ocupando su lugar el matonismo como expresión de un capitalismo en crisis. El otro día, el periodista Antonio Maestre tuvo que firmar sus libros en la Feria de Madrid escoltado por la policía. El asunto no mola un pelo, pues el siguiente o la siguiente puedes ser tú si esto no se corta de tajo. De hecho, cuando escribo estas líneas, Fonsi Loaiza es increpado por una pareja de fachas en la caseta de la Feria donde está firmando.

Estamos viviendo una época dura, que a mí -que soy viejuno- me remite a aquella otra época, cuando los de Fuerza Nueva y los guerrilleros de Cristo Rey sembraban el pánico en las calles y llegaban con palos y cadenas a los locales donde nos reuníamos los "rojos". En una ocasión entraron en El Sol, la discoteca de Madrid en la calle Jardines, y acuchillaron a la peña.

Entre las víctimas se encontraba el fotógrafo Alberto García-Alix al que le salvó la cajetilla de Fortuna que llevaba en el bolsillo del pantalón. Si no llega a ser por el tabaco, la hoja le hubiese atravesado la femoral. Luego, con el tajo reciente, Alberto se hizo una foto que lleva por título: Autorretrato con el cuerpo herido. Lo cuenta en el libro-entrevista publicado por La Fábrica con el título Diez horas con Alberto García-Alix, toda una experiencia vital y creativa que va desgranando con ayuda de Alberto Anaut que es quien provoca las respuestas.

Pero volvamos a Antonio Maestre, el periodista rompemundos y denunciador de fascistas, al cual tengo cariño aunque mantengo discrepancias en algunos de sus análisis políticos. Me gustaría poder mostrar mis diferencias en algún programa de televisión, tener un debate intenso para enfrentar posiciones en lo que respecta a la guerra de Ucrania o al papel de Yolanda Díaz y otros actores políticos que Maestre ha defendido como si hicieran políticas de izquierda, cuando, en realidad, lo que han hecho -y siguen haciendo- es marcar diferencias sociales con políticas de corte neoliberal. Esta pieza se me queda corta para seguir. A ver si dicho así, públicamente, llama la atención de los responsables de Al Rojo Vivo y me invitan a debatir con mi querido Maestre.

Con todo, lo que más miedo me da de esta extrema derecha que está empezando a ocupar las calles no son sus puños ni sus armas, tampoco sus amenazas ni sus gritos. Qué va. Lo que más miedo me da de todo esto es el silencio de algunos medios, de muchos diría yo. Se trata de un asunto tan grave como que un periodista haya tenido que firmar sus libros escoltado ante las amenazas de estos energúmenos. Y muchos medios han guardado silencio, como si fuese algo de lo más normal. Esto es lo que más miedo da.

Porque si callamos, si nuestras gargantas no se unen en una sola para denunciar lo que está pasando, cuando vengan a por ti no quedará nadie para hablar por ti. Acuérdate.