La persona que se ata a otra está perdida, pues el germen de la destrucción ha entrado en su cuerpo. Algo así escribió Joseph Conrad en una de sus mejores novelas que tituló Victoria y que cuenta la historia de una pasión junto a un volcán.
Como toda buena novela que se precie, bajo la historia de amor suceden otras muchas historias. Porque bajo la superficie de las cosas sucede lo verdadero, lo más importante, lo que no se muestra; lo invisible. Sin ir más lejos, lo sustancioso de las fotos de Bárbara Rey con Juan Carlos de Borbón son las fotos en sí mismas, no sé si me explico, pero la suerte está echada. Por eso mismo, el peso del instante que se convierte en imagen va a servir para hacer chantaje a la figura de un Jefe de Estado que, prisionero de su doble moral, va a acceder a la extorsión pagando con el dinero de los contribuyentes. Ahí reside la importancia.
Se trata de una gramática grosera la que se maneja en este país. No hay para hospitales ni para bibliotecas, tampoco hay para una Renta Básica Universal, por favor, qué cosas; pero siempre hay para este tipo de golferías. Ya se sabe que donde hay doble moral, hay doble contabilidad; eso no falla. Si Bárbara Rey devolviese el dinero, yo me callaría. Pero eso no va a suceder, y Juan Carlos tampoco va a ponerlo de su bolsillo, que es el de todos los españoles. Estos patriotas es lo que tienen.
Luego está el pueblo, que se levanta a currelar y no se queja y, cuando lo hace, lo hace por el Twitter, y así ocupa los dedos en algo más que no sea tocarse las narices o lo otro. Pero vayamos al libro, pues, en este año en el que se conmemora la muerte de Joseph Conrad, no está de más sugerir cualquiera de sus novelas o relatos. En cada una de sus historias podemos encontrar esa rara mezcla de realismo y metafísica; un territorio de lobos del que nadie sale ileso. Su prosa, de una profundidad extrema a la hora de penetrar en el alma humana, mantiene un ritmo que culebrea a través de los tambores de la noche en llamas, la misma noche que Conrad cruzó en su soledad de marino para llegar al río Congo y descubrir que el hilo de Ariadna, el hilo que condujo a Teseo hasta el Minotauro, estaba roto.
Son muchas las lecturas que tienen las novelas de Conrad, pero, volviendo a la que hoy nos trae hasta aquí, hay que recordar que Victoria (Debolsillo), además de una historia de amor, es la historia de una ambición levantada sobre una mentira, sobre un chismorreo, sobre una falsedad que se convierte en verdad a ojos de unos hombres codiciosos cuyo objetivo los conduce a la perdición y a la muerte.
Pero no vamos aquí a desvelar más sobre la novela de Conrad. Léanla, a mí me ha traído hasta la actualidad, hasta la paella real con Juan Carlos de Borbón perdiendo la mirada en el escote de Bárbara Rey mientras es alcanzado para siempre por el germen de la destrucción.