La historia oficial de la guerra sucia en el País Vasco fue escrita desde el poder, evitando señalar en todo momento a su máximo responsable. Con ello, el Señor X pasaría a ser una incógnita, una abstracción difícil de despejar en un país en el que el miedo es la mercancía dominante.
Hace unos días salieron a la luz las grabaciones entre un agente del CESID y su jefe de aquellos años de plomo y cal viva. Según la conversación mantenida, el máximo responsable del siniestro cuartel de Intxaurrondo -el general Rodríguez Galindo- no escatimaba en crueldad a la hora de aplicar la Ley Antiterrorista, un precepto por el cual se podía torturar legalmente a los reclusos hasta la muerte.
En dicha conversación se habla de Joxean Lasa y Joxi Zabala, jóvenes vascos a los que se les mandó cavar su propia tumba antes de recibir el tiro de gracia por parte de la razón de Estado. Hay un momento en la conversación en la que el jefe del CESID pregunta si les pusieron capucha para ejecutarlos, dando a entender que la capucha es un símbolo de piedad que justifica el asesinato. Resulta espeluznante saber que estas cosas sucedieron el otro día, cuando el PSOE gobernaba la España del pelotazo y el catetismo, y el pueblo inocente votaba en los comicios pensando que elegía un gobierno de izquierdas. Cualquier persona con un mínimo de dignidad se indignaría ante estos hechos.
Además de Lasa y Zabala, en la conversación de marras se habla de otro cautivo, Mikel Zabalza Garate, un honrado conductor de autobús al que asesinaron torturándole con una bolsa de plástico en la cabeza. La transcripción de este tipo de tortura habla por sí sola. No tiene desperdicio pues según el agente "llega un momento que lo que está respirando es su monóxido de carbono". Muy científico, el agente sigue contando que se abren los esfínteres para rematar que el preso se ahoga, "y encima nos está mirando". Lo más cruel viene a continuación, cuando el agente explica que "la capucha debe de ser transparente para que él vea la vida y la sensación esa de muerte que está cogiendo". El cadáver de Mikel Zabalza apareció unas semanas después en el río. Según la versión oficial, se había escapado lanzándose al Bidasoa con las manos esposadas.
A Zabalza se lo llevaron en la misma redada que al escritor Ion Arretxe. Pero este último sobrevivió a las torturas y contó su terrible episodio en una pieza narrativa de carácter autobiográfico titulada 'Intxaurrondo, la sombra del nogal' (El Garaje ediciones).
Cuando detuvieron a Ion Arretxe contaba con 21 años y estudiaba Bellas Artes en la Universidad del País Vasco. Estaba durmiendo en casa de sus padres, un piso de un barrio obrero de Rentería. "Te vas a cagar, hijo de puta, te vas a cagar…", le soltaron en plan macarra mientras le metían en un coche. Allí empezó su terrorífico viaje. A orillas del río embutieron su cuerpo en dos sacos de plástico y lo envolvieron con cinta de embalar, igual que si fuese a una momia. Esto fue sólo el principio.
A Ion Arretxe le pusieron capucha. Sólo se la quitaron para que viese la cara nítida del general Galindo que le retorció los testículos en el cuartel de Intxaurrondo, un punto macabro en el mapa de nuestra mal llamada democracia. El Régimen del 78 no fue más que el Régimen del 39, adaptado a los tiempos. La esencia seguía siendo la misma.
Ion Arretxe tardaría años en reponerse de aquello, en volver a reencontrarse con la vida. Para lo mismo necesito escribir este libro que hoy traemos aquí. Un trabajo imprescindible que es el testimonio de una de tantas víctimas de aquél gobierno que se decía socialista y que amparaba la tortura y el crimen como razones de Estado.