Pedro Sánchez ha cambiado la Historia de nuestro país, sin duda; pero no ha podido cambiar el curso de la Historia; esto último ya es más difícil, pongamos que imposible, sobre todo cuando se está al servicio del Capital y de su espiral sangrante. Porque no existe otra manera de gobernar que no sea esa.
Un presidente de gobierno no es más que una pieza subalterna de un sistema que busca estabilidad para ponerse en movimiento, un sistema que se revaloriza en cada vuelta, en cada giro de su espiral sangrante. El dinero, en sí mismo, carece de valor si no se mueve. Para hacerse Capital, el dinero necesita moverse y para ello es ineludible un gobierno que engrase bien los ejes y que mantenga a raya los conflictos sociales; que las calles no se meneen mucho, es decir, sólo lo necesario. Y con Pedro Sánchez las únicas broncas que hay son las pataletas que montan los Cayetanos con su patriotismo infantiloide en modo neofascista. O sea; de mucho ruido y poca cáscara, quejándose de que un tal Puigdemont va a romper España o algo así.
Si un tipo como Puigdemont puede romper España, si esto es así, la percepción de debilidad que tienen estos Cayetanos de nuestro país es de chiste. Mientras tanto, la verdadera calle se mantiene en silencio ante la inflación y otros abusos de la espiral sangrante. Porque mientras estemos entretenidos con las banderitas y con la idealización de un territorio, seguiremos viviendo como esclavos, pagando hasta por respirar botes de humo. Pero no me quiero poner panfletario; ya dije en otra ocasión que sólo tengo fe en el escepticismo y en la literatura. Por eso vengo aquí a recomendar una novela marinera cargada de lucidez y mirada social.
Se titula Los marineros perdidos y es de Jean Claude Izzo, autor marsellés de novela negra, siempre comprometido con la lucha legítima; la de la gente de abajo. La historia se desarrolla en Marsella, en su puerto, donde un barco mercante permanece bloqueado por las autoridades. La tripulación ha ido marchándose y a bordo sólo quedan el capitán y dos marineros. Están a la espera de que el dueño del barco resuelva los trámites y el barco vuelva a hacerse a la mar. Ese es el planteamiento de una novela muy rica en matices, donde las relaciones entre los marineros y el capitán se van a ir tensando hasta conseguir un final de corte trágico.
Hay amor, muerte y nostalgia; también hay canciones que hablan de soledad y cicatrices abiertas; fronteras interiores que provocan una distancia entre el ser humano y el mundo. Pero bajo la trama que nos ofrece Izzo, subyace otra historia, una historia de carga crítica que tiene mucho que ver con la dichosa espiral sangrante del capitalismo, sistema que nos subyuga mientras el planeta gira alrededor del sol y con el planeta giramos nosotros junto a los personajes de esta novela; una historia picadita por la sal del Mediterráneo y que nos muestra cómo las putas, los vagabundos, los pordioseros, los que nunca podrán cambiar la Historia del mundo, no son más despreciables que los comerciantes, los periodistas o los funcionarios. Porque la suciedad de los nadies sólo habita en la mirada que se posa sobre ellos.
Izzo murió rozando el nuevo siglo, pero sus historias siguen vivas. Esta es una de ellas y la publica Montesinos. No se la pierdan.