Los hombres heterosexuales no se tocan entre ellos por el miedo atávico a ser considerados maricones.
Algo que ningún hombre de verdad puede permitirse porque los hombres de verdad son (y deben ser) en el imaginario colectivo muy heterosexuales y mucho heterosexuales.
Imagina qué vida tan mediocre en lo afectivo, qué tristeza vital, si no te permites demostrar afecto a los demás por el miedo al qué dirán.
En el que te tocas con otros hombres siempre rápido y siempre a golpes.
Te saludas haciendo mucha fuerza y mucho ruido para que los demás vean que no hay nada de ternura en tu contacto.
No sea que te creas que me gusta tu cuerpo, que me gusta sentirte, que me sienta bien.
Solo te permites tocar a otro hombre si es con violencia.
Para pegarle o chocándote con él, como rebotando siempre.
Cronometras los segundos que dura el abrazo porque más de tres ya te pone bajo sospecha.
Imagina que no le haces cumplidos físicos a tus amigos.
Qué guapo estás, qué bien te queda eso, qué ojos.
Imagina que jamás le dices que lo que sientes por ellos.
Te quiero, te necesito, te admiro.
Y cuando lo haces siempre sueltas un «cabrón» detrás para quitarle hierro a la emoción.
Imagina que no le coges la mano a tu amigo cuando muere su madre.
Que jamás duermes abrazado a él cuando él no puede estar solo.
Que no le das una caricia.
Imagina que no te permites decir cómo te sientes.
Porque tampoco te han enseñado a saber cómo te sientes.
Y porque los amigos no están para esas cosas.
Están para «hacer» cosas o comunicar lo que «hacemos» pero nunca cómo vivimos emocionalmente los hechos.
Imagina que no sabes pedir ayuda, que no te han enseñado, que no puedes.
Porque tú eres un proveedor, porque tú puedes con todo, porque no eres débil.
Pero sí lo eres.
Todas las personas somos a veces débiles y necesitamos a las demás personas.
Imagina que crees que cuánto más descuidado seas más hombre eres.
Que el hecho de no fijarte, no preocuparte, te convierte en algo más en vez de en algo menos.
Imagina que todo eso es aprendido.
Que es una construcción, un llegar a ser.
Porque lo es.
Y lo importante de esto es que si es algo construido.
Se puede construir de manera distinta.
Se puede relajar.
No le debes nada a tu masculinidad.
De ahí también se sale.
De esa cárcel infinita que supone dejar de hacer cosas para ser.
No tienes la obligación de ser un tipo de hombre en concreto.
No tienes que cumplir con los demás hombres.
Lo único que tendríamos en todo caso que ser es hombres más libres.
Porque eso.
En esencia.
Debe ser algo parecido a la felicidad.