El dolor es inevitable. El mundo, si vives en él, te va a doler. Te van a doler los demás y tú harás daño. Forma parte intrínseca del pacto de vivir. No queda otra. Es imposible drenar el dolor del mundo ya que porque hay conflicto hay mundo.
No podemos prever todo, intentar que las cosas nos salgan siempre bien, elegir siempre sobre todas las cuestiones, pretender que el otro sea algo que solo cumple nuestras expectativas y demandas y apartarlo si no sucede de la manera que queríamos. Esto es hacer desaparecer a los demás, es resguardarte para que nada te turbe, es pasar por la vida como un fantasma, de puntillas, sin dar saltos y sin arriesgarte, es hacer del miedo un fuerte y del fuerte tu hogar.
No podemos hacer que el mundo deje de doler porque si te expones, si te enamoras, si te entregas, si usas el lenguaje como puente, en algún momento surgirá la decepción, el enfado, el malentendido. El mundo está lleno de malentendidos. Y frente a ellos lo que no podemos es recortar lo que no nos gusta y quedarnos solo con lo que sí.
No podemos hacer que las cosas sean simples porque hay cosas complejas, frente a esto no cabe esconderse, no cabe hacer de la cobardía un espacio de seguridad, no cabe no mostrarse, frente a esto lo único que nos queda es la ternura. La ternura es una forma de enfrentarse al dolor. Porque sí, el mundo duele, pero nos queda lo tierno, nos queda ese lugar imbricado a la infancia, ese lugar común, que tantas veces dejamos ir para convertirnos en personas adultas, en personas serias, en personas de verdad que pueden con todo y todo lo saben.
Así, nuestras existencias se convierten en lugares en los que no nos permitimos el rendirnos, paso imprescindible para que lo tierno aparezca. Un mundo sin ternura es un mundo que consolida la cultura de los vencedores frente a los vencidos, que no es capaz de reconocer lo finito y lo vulnerable.
La ternura supone no herir pudiendo hacerlo, supone depositar una caricia en un cuerpo al que la existencia va a ir haciendo hondo. La ternura es una forma de negarse a que el poder se ejerza de manera vertical, de oposición frente al odio, de revolución.
Sí, hoy en día, en un mundo que nos aísla, que nos hace creer en la fantasía de que podemos con todo, de que no nos hace falta nadie, un mundo en el que emprender es un viaje solitario de éxito individual, en el que tienes que separarte del otro para conseguir tu identidad, un mundo en el que recibimos aplausos si derrotamos rápido a nuestro enemigo, en el que nos dan medallas morales por estar en el lado correcto y señalar lo incorrecto, en este mundo que hemos construido entre todos y todas, lo que todavía nos queda es la ternura.
La ternura es una forma de reivindicar que el mundo no nos ha cambiado del todo, que pudimos recordar lo que importaba: que frente a todo lo malo que el mundo nos va procurar, nos quedan siempre las personas.