Las elecciones de Cataluña ya están aquí. Este 12 de mayo de 2024, más de 5,4 millones de catalanes están llamados a las urnas para elegir la composición del Parlament de Cataluña, una cita clave en la que cada voto va a ser importante ante el previsible escenario de pactos que se dibuja en las encuestas.

Se da por hecho que una inmensa mayoría de ciudadanos emitirán su voto de forma válida, que apunte a uno de los diferentes partidos que se presentan este 12M. Pero hay varios escenarios en los que un voto puede no sumar a ninguna formación; se trata de los votos en blanco y también de los votos nulos. Para recordar qué supone cada voto, recordamos lo que recogen los organismos oficiales.

Se considerarán votos nulos todos aquellos votos que se emiten en sobres o papeletas diferentes del modelo oficial, las papeletas sin sobre, los sobres que contienen más de una papeleta de diferentes candidaturas (si contienen varias papeletas de la misma candidatura, se cuenta como un solo voto válido a la candidatura), los que se emiten en sobres alterados o las papeletas en que se haya modificado, añadido o rayado el nombre de los candidatos o se haya alterado el orden de colocación, y también las papeletas en que se haya introducido cualquier leyenda o expresión, o se haya producido cualquier otra alteración de carácter voluntario o intencionado.

La evolución del voto en blanco

Los escenarios en los que puede darse un voto en blanco son mucho más reducidos, concretamente solo en dos: que los sobres no contengan ninguna papeleta y que el voto se haya emitido a favor de una candidatura retirada legalmente.

La Generalitat de Cataluña recuerda que serán computados como válidos los votos emitidos en papeletas que contengan una señal, una cruz o un aspa al lado de alguno de los candidatos, en la medida en que no tengan transcendencia o entidad suficiente para considerar que se ha alterado la configuración de la papeleta, o se ha manifestado reproche de alguno de los candidatos o de la formación política a la que pertenezcan.

Como podemos comprobar en el siguiente gráfico, vemos que los votos en blanco han mantenido una tendencia bastante constante con el paso de los años. Eso sí, vemos una anomalía especialmente relevante en las elecciones de 2006, 2010 y 2012, cuando estos votos se dispararon. Si normalmente los votos en blanco oscilan entre los 20.000 y los 30.000, esos años fueron de 60.244, 91.631 y 52.898, respectivamente.

¿A quién beneficia el voto en blanco?

Llegamos a la pregunta del millón: ¿a quién beneficia el voto en blanco? Para responder a esta pregunta, tenemos que acudir a la Ley Orgánica del Régimen Electoral, que establece que estos votos, pese a no ir dirigidos a ninguna candidatura específica, sí que cuentan de cara al recuento final.

¿Qué implica esto? Según la Ley D'Hondt, los escaños se distribuyen de forma proporcional a los partidos. Es decir, si el número total de votos aumenta, el mínimo que necesitan los partidos para lograr escaños también lo hace de forma proporcional. En resumidas cuentas, el voto en blanco tiene un claro perjudicado: los partidos más pequeños.

Según esta ley, se establece que para que un partido político consiga representación debe alcanzar, como mínimo, el 3% de los votos. Este 3% constituye la barrera electoral: cuanto mayor sea el número de votos en blanco más alto es este porcentaje y, por lo tanto, más votos necesita una candidatura para lograr escaños.