Con poco más del 99% del voto escrutado, la participación en Cataluña ha sido del 57,97%, una cifra que está unos seis puntos por encima de 2021, pero lejos de lo que podría considerarse una participación alta en una comunidad como la catalana. Hace tres años, sin embargo, que la participación fuera tan baja estuvo muy relacionada con que los comicios se celebraron aún con la pandemia del COVID muy activa, por lo que las medidas de seguridad eran bastante estrictas en los colegios electorales.

Sin embargo, es relativamente llamativo si tenemos en cuenta el dato anterior, así como la participación registrada en los comicios previos, con una tendencia creciente: en 2017, más del 81% de los catalanes acudió a las urnas; en 2015, más del 77%; en 2012, la participación rozó el 70%.

Los avances de participación ya daban indicios de lo que podía ocurrir: hasta las 13:00h, la participación en las elecciones catalanas había sido del 26,89%, no es una cifra excesivamente baja —si se compara con otros años— pero tampoco alta. El principal aumento, siempre con respecto a 2021, se registró en Barcelona, pasando del 22,48% al 27%. En Girona subió tres, alcanzado un 27,30%, y en Tarragona, casi cuatro puntos, con un 26,61%. Lleida es la circunscripción en la que menos había crecido la participación antes de la hora de comer, con una subida de un punto hasta un 25,34%.

Sin embargo, el avance de participación de las 18:00h ya fue mucho más claro: a las 18:00 horas, habían acudido a votar el 45,8% de los ciudadanos llamados a las urnas, un incremento del 0,19% respecto al dato de 2021, una subida excesivamente baja para venir, precisamente, del dato más bajo de la historia. A la hora de comer sólo habían acudido a las urnas el 22,7% de los catalanes; a las 18:00h ya habían ido el 45,6% de los electores que, si bien es una cifra relativamente baja, no es la más baja de la historia.

En 2006, a media tarde sólo habían ido a votar el 45,3% de los votantes, aunque el dato definitivo fue mayor que el de 2021: 56,78%. En los últimos comicios, el dato final de participación electoral sí fue muy bajo: el 53,53% de los catalanes acudieron a ejercer su derecho al voto en un año en el que la abstención fue de récord. Es llamativo, teniendo en cuenta que Cataluña venía no sólo de una tendencia positiva en la última década, sino que en 2017 se batieron todos los récords: más del 80% de los votantes catalanes acudieron a la llamada de la democracia.

La participación en unas elecciones autonómicas como las catalanas depende siempre de muchísimos factores. Muchos estudios apuntan, por ejemplo, a que la mejora económica de una región o país está inversamente relacionada con la participación; es decir, cuando la renta per cápita disminuye, los ciudadanos tienen a participar más activamente en los procesos electorales. En el caso catalán, no obstante, ocurre lo contrario: según un breve estudio de Luis H. Bailón García, licenciado en Humanidades por la Universitat Oberta de Catalunya (UOC) especializado en estudios sociales y culturales, en Cataluña hay una "mayor abstención electoral" cuando la situación laboral es peor.

"El efecto general que produce la evolución de un proceso económico recesivo sobre los índices de abstención no es proporcional, pero sí corresponde a una correlación inversa", es decir, a mejor economía, más participación. Eso sí, en su estudio sostiene que este efecto se produce de forma "mucho más acusada" en poblaciones de más de 40.000 habitantes, "pero no en las grandes poblaciones".

Si acudimos a los registros de la Generalitat, podemos comprobar que históricamente la participación en las elecciones al Parlament se ha movido entre el 50% y el 80% en Cataluña. Lo cierto es que ha ido oscilando de manera relativamente estable hasta 2005, momento a partir del cual comenzó a subir exponencialmente la implicación del electorado catalán en los comicios autonómicos.