Alberto Núñez Feijóo ha dicho una de esas frases que pueden ser muy utilizadas en las hemerotecas tras el 23J. En una entrevista en Telecinco, Feijóo se ha comprometido a no conformar un Gobierno si no queda primero en las elecciones. Sin embargo, en ese mismo espacio, ha visto completamente "lógico" pedir el apoyo de la extrema derecha si la necesitan para conformar gobiernos. "El objetivo del PSOE es gobernar perdiendo y yo me comprometo a no gobernar si pierdo", ha afirmado Feijóo.
Así, su plan, en principio, parece claro: o mayoría absoluta o gobierno con Vox, pero solo quedando primero. Si queda segundo, dice, reconocerá su derrota frente a Sánchez. ¿Esto significa que Feijóo se abstendría en una investidura de Sánchez? ¿Votaría en contra? Cualquiera que sea la respuesta, lo cierto es que este planteamiento no se corresponde a lo que está sucediendo actualmente a nivel autonómico, atendiendo a los movimientos de su partido tras los resultados del 28M
Prueba de ello es el terremoto político que se está viviendo en Extremadura, donde además se han puesto en cuestión los baremos de porcentaje con la ultraderecha que él mismo estableció. Allí, María Guardiola, candidata de los populares a presidir la Junta de Gobierno, evidenció un cambio de postura condicionado precisamente por la dirección nacional del partido y que pone en duda la afirmación que ha realizado ahora Feijóo. En Extremadura, Fernández Vara (PSOE), se alzó con la victoria en las urnas.
Sin embargo, fue Guardiola, segunda candidata más votada, quien está intentando formar gobierno con la ultraderecha... presionada por Génova. Porque en un principio, Guardiola se negaba a incluir en el Ejecutivo regional a un partido que "niega la violencia machista, deshumaniza inmigrantes y despliega una lona y tira a una papelera la bandera LGTBI". Así se refería a Vox. Una semana después, para sorpresa de todos, llegó el acuerdo de gobierno.
El momento en que todo cambió tuvo lugar durante la investidura de Isabel Díaz Ayuso como presidenta de la Comunidad de Madrid. Allí, vivió el reproche de algunos barones con su 'no' a Vox, con especial frialdad de Mazón y Mañueco.
"En este momento decisivo para España hay que encontrarse con Vox pese a discrepar. Me he encontrado con cargos sensatos en Vox que no quieren ni acabar con las mujeres ni con los homosexuales". Esas palabras no las dijo cualquier persona en el PP, las dijo Ayuso, una presión que hizo a Guardiola, como ha reconocido Juanma Moreno, "tragarse sus palabras".
Feijóo apoyó a Guardiola en su 'no' a Vox y después la acusó de gestionar la negociación "de forma inadecuada"
¿Qué hizo Feijóo en esta situación? Cambiar de opinión. Cuando Guardiola dijo 'no' a Vox, él justificó esta decisión con su famoso baremo de porcentajes, diciendo, además, lo siguiente: "No comparto que dirigentes nacionales concreten o cambien conversaciones o negociaciones en esos ámbitos autonómicos".
Ocho días después, en su entrevista en 'El Hormiguero', Feijóo dijo que Guardiola había gestionado la negociación del pacto con Vox "de forma inadecuada". La guinda de este giro fue decir, el mismo día en el que Guardiola dijo que su palabra "no es tan importante como los extremeños", que "sin palabra, no hay política". "Reivindico la política de la palabra", dijo Feijóo el pasado viernes, una palabra que parece valer menos cuando la extrema derecha entra en la ecuación.
PP y Vox parecen obligados a entenderse pese a sus malabarismos tras el 28M. Ignacio Garriga, secretario general de Vox, ha recordado a Feijóo que no le regalarán "ni un voto" tras las elecciones, dejando claro que si quiere gobernar, va a tener que dar poder a la extrema derecha.
Pero es más, Feijóo ya ha hablado de tener a miembros de Vox en su hipotético futuro Gobierno, defendiendo que no le temblará la mano a la hora de cesar a un ministro de la extrema derecha si fuese "como los que se ha encontrado Sánchez". Es decir, apuesta por la mayoría absoluta, pero no mucho, y da por hecho la presencia de Vox.
Lo cierto es que, en las últimas semanas, PP y Vox han presentado distintas formas de presentar un matrimonio inevitable de cara al 23J, con un acuerdo casi instantáneo en la Comunidad Valenciana, una abstención (con condiciones) en Baleares o un 'no' en Cantabria, apoyándose en el PRC.
El PP traga con Vox
Por mucho que intente escondere, PP y Vox se entienden, y mucho. Allá donde han entrado a gobernar en coalición, han empezado a marcar su hoja de ruta, en forma de lo que Félix Bolaños llamó "pactos de la vergüenza". El ministro de Presidencia hablaba de la entrada de perfiles ultras como Le Senne, Marta Fernández o Llanos Massó en los Parlamentos autonómicos.
Entre las premisas con las que el PP ha tragado, destaca que no se hable de violencia machista, sino de "violencia intrafamiliar". El otro gran señalado es el colectivo LGTBI, habiendo quitado banderas del Orgullo o derogando, como se ha hecho en Aragón, la Ley de Identidad y Expresión de Género, un texto que llegó a contar con el apoyo del PP hace cinco años.
Un ejemplo de lo que significa la bandera LGTBI para Vox son las palabras que dijo Juan García-Gallardo, vicepresidente de Castilla y León, que dijo que era un "trapo arcoirís". "No al trapo arcoíris que une a la plutocracia internacional con la izquierda más sectaria", afirmó en un acto donde también criticó a la "ideología de género" y al "lobby LGTBI". Esa extrema derecha ya está en las instituciones gracias al PP y podría tener más fuerza tras el 23J.
El mimetismo es tal entre PP y Vox que llegó a afectar al propio Feijóo, cuando hizo mención al "divorcio duro" que dijo haber pasado Carlos Flores, condenado por violencia de género, quien fuera candidato de Vox para la presidencia de la Comunitat Valenciana y que acabó siendo cabeza de lista de la formación de extrema derecha por Valencia en las generales.
El 'sanchismo' que Feijóo no derogará
Pese a jactarse de que su plan para España es "derogar el 'sanchismo'", lo cierto es que Feijóo no va a tocar muchas de los avances introducidos por Pedro Sánchez y su Gobierno en estos últimos cinco años. Su lema de campaña ha ido yendo a menos a medida que han pasado las horas, ya que solo se ha comprometido a acabar con el Ministerio de Igualdad, la Ley de Memoria Democrática y la Ley Trans.
Lo que sí que mantendrá es una reforma laboral por la que su partido votó en contra (salvo Alberto Casero), que ahora es considerada "sustancialmente buena" por Feijóo. También mantendrá el impuesto a la banca y a las eléctricas, aunque no lo ha dicho en España, sino en una entrevista en el 'Financial Times', prometiendo modificarlo pese a que habló de eliminarlo directamente.
Tampoco tocará el Ministerio de Cultura, el cual prometió integrar junto a Educación y Universidades en uno solo para ahorrar, dice, el "gasto púbico desorbitado". "La cultura tendrá rango ministerial, pero mi Ministerio no será una cartera vacía de contenido", ha matizado Feijóo.
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En definitiva, Feijóo fía su futuro a Vox, a la extrema derecha, en caso de no lograr una mayoría absoluta que ni el más optimista de los pronósticos anuncia, abriendo las puertas del Gobierno de España a negacionistas de la violencia machista, homófobos, antivacunas o negacionistas del cambio climático. Todo, unido a promesas que ya incumple con la derogación de un 'sanchismo' que quedaría casi intacto.
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