El hielo terrestre en el Ártico se está derritiendo rápido, demasiado rápido. Científicos y expertos lo tienen claro: estos cambios en la capa polar y el hielo marino son consecuencia directa del cambio climático.
Desde 2009 la NASA trabaja en el mayor estudio aéreo que se ha puesto en marcha sobre la Tierra: medir el grosor de la capa de hielo. Así, todos los años sobrevuelan el área de Kangerlussuaq, al sur de Groenlandia, para comprobar la evolución del hielo terrestre y marino.
"El hielo marino tiene una función muy importante: reflejar la luz solar. Se le llama el 'aire acondicionado' del planeta. La disminución de su extensión implica que el océano está absorbiendo mucha más temperatura", explica María José Viñas, comunicadora científica de la NASA.
"En 24 años de carrera he visto muchos cambios y cada año más acelerado. Es visible desde el mismo avión", añade.
Los glaciares se desintegran y cada vez vierten más hielo al mar. La mayor reserva de agua dulce de la Tierra se está derritiendo. "La gente puede pensar que lo que ocurre en el Ártico a ellos no les afecta, pero lo que pasa aquí trasciende", afirma con rotundidad María José Viñas.
La tecnología que reduce el CO2
La ciudad de Bergen es el punto de entrada a los fiordos noruegos. Allí ya se están preparando para un cambio trascendental en sus vidas. Casi una cuarta parte de los vehículos que circulan son eléctricos.
En 2025 Noruega, el segundo estado con más plataformas petrolíferas del mundo, prohibirá la venta de coches diésel y gasolina. Jalis de la Serna y el equipo de Enviado Especial logró acceder a una de las refinerías más contaminantes del país nórdico.
Centrales como esa contribuyen a aumentar la temperatura media del planeta. Entre otros muchos gases emite el famoso CO2, un componente natural del aire que, en cantidades industriales y procedente de la combustión, impide la salida de calor y calienta la atmósfera.
Sin embargo, desde 2009, en esta refinería están desarrollando un proyecto pionero y revolucionario: "Cogemos una parte del aire y lo purificamos, le quitamos el CO2", explica Alexander Reyes, higienista industrial. Él es el encargado de detectar posibles fugas y detalla así en que consiste el proceso:
Con esta tecnología se puede llegar a reducir el 50% de CO2 que es emitido a la atmósfera. El fluctuante precio del petróleo y la urgente necesidad de reducir los gases apremian.
El Ártico lleva tiempo avisando
El paisaje del Ártico lleva tiempo mostrando los síntomas, pero no estamos prestando atención a quienes nos advierten.
Javier Lapazarán y Jaime Otero son glaciólogos. Trabajan para la Universidad Politécnica de Madrid y llevan 15 años realizando estudios en Svalbard. Toman medidas con georradar y miden el espesor de hielo de los glaciares. "Estos glaciares son un buen indicador del cambio climático", afirma Javier.
Son cautos, no quieren pecar de alarmistas, pero aseguran que el cambio climático es un problema que ya estamos padeciendo. "Si la tendencia actual continua, los glaciares seguirán retrocediendo. Todo el agua que desaparece del glaciar va al mar", explican en el siguiente vídeo:
Según la OMM, durante el período 2014-2019 la tasa de aumento medio global del nivel del mar fue de 5 mm por año, frente a 4 mm por año durante el periodo de 2007 a 2016. Un aumento muy superior a la tasa media de 3,2 mm por año registrada anteriormente, desde 1993.
La vida oculta bajo el mar helado
Javier y Jaime no son los únicos científicos del mundo que realizan este tipo de estudios en el Ártico. La doctora Janne Soreide, bióloga marina, también está analizando el hielo y el mar helado en Sveagruva, en la isla ártica de Spitsbergen.
"El Ártico es un gran congelador. Bajo la capa de hielo hay mucha vida", apunta Janne Soreide
"El Ártico es como un gran congelador. El mar helado se congela cada vez más tarde, lo comprobamos año tras año. Esto tiene consecuencias", apunta Soreide, que insiste en que bajo la capa de hielo del Ártico hay mucha vida.
La doctora explica que el CO2 tiene que estar en equilibrio con el mar, así si aumenta la concentración en la atmósfera también lo hace en océanos y mares. "El problema es que el agua no puede expulsarlo. Es entonces cuando cambian las propiedades químicas y el agua se vuelve más ácida".
El mar es un gran sistema regulador para todo lo que hacemos los humanos y "está respondiendo". "La magnitud del hielo que hemos perdido en la última década equivale a la superficie de España varias veces", apunta el biólogo marino Rolf Gradinger, miembro del equipo de la doctora.
La amenaza es real: ya se ha derretido un trozo del Ártico del tamaño de Perú
El ritmo al que se derriten los glaciares se ha duplicado en la última década. Bastaría con que sólo uno de los grandes glaciares se fundiera para elevar el nivel del mar en casi medio metro. Ya se ha derretido un trozo del Ártico del tamaño de Perú.
Un deshielo que afecta a nuestra salud
Lo que sucede en el Ártico afecta al bolsillo y a la salud. La base científica internacional Ny-Âlesund es el lugar en el que se mide la calidad del aire que respiramos. Allí viven poco más de 40 habitantes.
Este asentamiento es un observatorio privilegiado. Cristoph Ritter, científico atmosférico, le explicó a Jalis de la Serna el funcionamiento del globo que utilizan para realizar las mediciones: "Mide partículas que podrían venir de chimeneas y actividades humanas".
Según Ritter, "cuando el hielo se reduce en el Ártico, corremos el riesgo de tener inviernos fríos en Europa y Asia. Eso también puede significar que en el futuro los veranos en el Mediterráneo serán más calurosos".
Así, advierte de que "en 30 o 40 años tenemos que encontrar otra forma de consumir energía. Es un problema que debe resolver la humanidad". El planeta se acerca a una temperatura media para la que no estamos preparados.
La 'Bóveda del fin del mundo'
Longyerbyen es la capital de las islas Árticas de Svalbard. Se considera 'la cima del mundo', el punto más septentrional al que una persona puede viajar en un vuelo regular. Una isla remota en el océano Ártico.
Este territorio sólo es apto para mineros, exploradores y científicos. Bajo el hielo de Svalbard se ha construido la 'Bóveda del fin del mundo', un búnker que, ante la posibilidad de un escenario apocalíptico, guarda el mayor tesoro de la Tierra.
El equipo de Enviado Especial de laSexta logró entrar en esa bóveda, financiada por los dueños de Microsoft, el banco Rockefeller y la multinacional Monsanto y construida por el Gobierno noruego.
Se trata de un refugio subterráneo, una estructura de hormigón que preserva el futuro de la humanidad. La construcción funciona como la caja de seguridad de un banco a 150 metros bajo el hielo. Asmund Asdal es el coordinador de la bóveda.
Aquí custodian el 'Santo Grial' que asegurará la supervivencia del ser humano. "La mayoría de las cajas depositadas aquí contienen cultivos de los alimentos más demandados del planeta. Sólo de arroz tenemos 150.000 variedades", explicó Asdal a Jalis de la Serna.
La bóveda es un banco mundial de semillas único, una póliza de seguro para la humanidad
La bóveda está preparada para almacenar 4.500.000 de muestras de semillas diferentes. Todos los bancos de germoplasma pueden depositar sus semillas en la construcción, incluido España.
Pero, ¿por qué almacenarlas en este lugar remoto? "Esas semillas se conservarían aquí incluso si el sistema de refrigeración fallase".
Marie Haga, directora general de Crop Trust, explica las diferentes formas de almacenar las semillas, siendo la más habitual el almacenamiento al vacío. "La agricultura nunca jamás ha tenido que hacer frente a un desafío como el actual. El problema es que los cultivos no son capaces de adaptarse tan rápido al cambio climático. Aseguramos así los cimientos para el futuro de la agricultura".
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En total hay 1.750 bancos de semillas repartidos por todo el mundo, pero ninguno como la bóveda. Es un banco mundial de semillas único. Su mantenimiento cuesta más de 30 millones de euros al año, pero los expertos defienden que es "una póliza de seguro para la humanidad".