Mathias Jucker, del Hospital Universitario de Tübingen Alemania y autor del estudio que ha sido publicado en 'Nature Medicine' ha asegurado que las causas de que no haya una terapia contra la enfermedad se deben, en gran parte, al diagnóstico tardío de la misma, por lo que esperan que adelantar su diagnóstico permita desarrollar fármacos para frenar su avance.
La investigación, realizada conjuntamente por los neurólogos de la 'Escuela de Medicina de la Universidad' de Washington, Estados Unidos y el 'Centro Alemán de Enfermedades Neurodegenerativas', ha descubierto que un biomarcador podría alarmar de los daños cerebrales que provocan los primeros atisbos de esta enfermedad casi dos décadas antes de que sus síntomas sean palpables.
La proteína ligera de los neurofilamentos (NfL), integrante de las neuronas, sigue un camino marcado cuando las células cerebrales mueren y hay daño cerebral: se introduce en el líquido cefalorraquídeo, penetrando posteriormente en la médula espinal y consecuentemente en el flujo sanguíneo.
Un número elevado de estas proteínas en el líquido que baña el cerebro es una alarma de que se ha producido daño cerebral, por lo que para el estudio, Jucker realizó un seguimiento durante dos o tres años mediante análisis de sangre a 247 personas con variantes genéticas que podrían causar alzheimer temprano y a 162 personas sin rastro genético de la enfermedad.
La proteína ligera de los neurofilamentos era mayor en el grupo con variantes genéticas preocupantes y, además, iba en aumento con los años, lo que les producía una disminución de las capacidades cognitivas, reconocido mediante una prueba de memoria lógica. A su vez, estos pacientes disminuían paralelamente el precúneo, la parte del cerebro encargada de la memoria.
Ahora, los investigadores esperan precisar el periodo de tiempo en el que deben evaluarse los cambios de la proteína en la sangre para determinar en qué rango es preocupante el aumento de la NfL.
Además, pretenden establecer una fórmula que permita diferenciar los daños cerebrales causados por el alzheimer y los que se producen por otras enfermedades neurológicas, ya que se trata de un diagnóstico impreciso, que solo verifica daño cerebral.
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Con todo ello, los científicos esperan que el diagnóstico precoz de la enfermedad ayude a desarrollar fármacos para evitar su crecimiento y poder prevenirlo.
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