El mundo se está quedando a oscuras. Los apagones afectan a cada vez más países y es el resultado de la crisis climática. Las inundaciones, las sequías y las olas calor hacen colapsar unas redes eléctricas que deben ser readaptadas.
En Montenegro, hace solo un mes, se veían imágenes de coches apelotonados en el centro de la ciudad, personas esperando a un tranvía que ni siquiera puede ponerse en marcha y una temperatura sofocante que afectó a toda la región de los Balcanes. Y es únicamente una llamada de atención de lo que puede estar por llegar.
La ola de calor fue tal en Montenegro que las redes de suministro eléctrico colapsaron. Curiosamente, casi al mismo tiempo, pero en otra parte del mundo, estaba sucediendo lo mismo. Todo Ecuador se quedó completamente a oscuras.
"Tuvimos un apagón a nivel nacional de cuatro horas, algo que no había pasado al menos en unos 30 años", explica Álvaro Andrade, director ejecutivo de la Fundación Investoria Ecuador.
Allí es la sequía la que provoca que no se genere la suficiente energía hidráulica. Los apagones de los últimos meses se traducen en las mayores pérdidas económicas en Ecuador desde la pandemia. "Es un problema así de afectación del cambio climático, pero no es algo que nos sorprende de de manera nueva, sino que es algo que está latente en el país. Es una amenaza, es un riesgo que tenemos y a eso no le podemos echar la culpa de que nos quedemos sin energía", señala Andrade.
Egipto, México, Rusia... son muchos países y en diferentes lugares del mundo los que han demostrado estar en riesgo. En Estados Unidos aún hay hogares que, semanas después del huracán Beryl, continúan sin luz, lo que, unido al intenso calor, está provocando muertes entre los más vulnerables.
Porque, a medida que agravamos la crisis climática, nuestras redes eléctricas no están preparadas para soportarlo.