Para poner en funcionamiento un parque eólico hacen falta muchos años de trabajos, de permisos y de recogida de datos. Como si fuera un mecano, los operarios encajan una por una las piezas hasta superar los 100 metros de altura de una torre que será clave para ubicar los aerogeneradores.
Las altas torres son, en realidad, estaciones meteorológicas que nos ayudan a medir el viento de forma precisa y exacta: su velocidad, dirección y también su temperatura.
Sus datos, recogidos durante todo un año, son necesarios para ver si se dan las condiciones para después instalar en ese lugar un aerogenerador.
Y aunque este es el procedimiento hasta ahora habitual, el láser lidar llega para cambiarlo todo. O al menos, para facilitar las cosas.
Se trata de un láser que emite pulsos de luz que rebotan en los aerosoles de la atmósfera y regresan al dispositivo. El láser permite registrar datos hasta los 300 metros, por encima de la altura máxima que tienen las aspas de los aerogeneradores más modernos.
De esta manera, se mide el tiempo que haya tardado ese impulso en ir y volver y se puede calcular una medida precisa de velocidad y dirección del viento.
Así, este laser nos da los mismos datos, pero con menos torres y en apenas unos meses, a la par que reduce el tiempo que los operarios tienen que estar colgados a decenas de metros de altura.