La NASA avistó en el año 2018 el 2018VP1, un asteroide capaz de surcar el espacio a la vertiginosa velocidad de 30.000 kilómetros por segundo. Su presencia ha dado mucho que hablar: sobre si es posible que impacte contra la Tierra, si está incluido en la lista de asteroides cercanos, donde también están los denominados "potencialmente peligrosos". Todo ello sin olvidar un último apunte: podría caer el 2 de noviembre, a tan solo un día de las elecciones estadounidenses.
La imagen de ver la superficie de la Casa Blanca temblando ante la llegada de un meteorito solo está a la altura de unas pocas superproducciones de Hollywood. Pero tomemos ese ejemplo, con datos de la propia NASA. Si, efectivamente, el 2018VP1 fuera capaz de cruzar la atmósfera, evitar la desintegración por su fuerza entrante y plantarse en el jardín del edificio presidencial, lo que Donald Trump vería a través de su ventana sería… una roca del tamaño de una nevera.
Por qué el asteroide de 2 de noviembre no supone ningún peligro
"¡El asteroide 2018VP1 es muy pequeño y no representa una amenaza para la Tierra!". Con esa vehemencia tuvo que explicar la NASA el pasado 23 de agosto en su cuenta de Twitter lo rematadamente improbable que es que este asteroide suponga algún daño para la Tierra o incluso para las elecciones estadounidenses.
De hecho, las posibilidades efectivas de que este asteroide se convierta en un meteorito —es decir, de que toque el suelo de nuestro planeta— están en 1 de cada 240: "Actualmente tiene un 0,41% de posibilidades de entrar en la atmósfera de nuestro planeta, pero si lo hiciera, se desintegraría debido a su tamaño extremadamente pequeño", explica la agencia espacial en su mensaje.
Estamos hablando de un asteroide que cuenta con unos dos metros de diámetro, que la NASA ya conocía desde bastante antes (ya en los 70 había sido descubierto) y cuya distancia cuando vuelva a pasar por la Tierra será de entre 7.700 y 418.400 kilómetros de lejanía con respecto a nuestro planeta. Como referencia, la Estación Espacial Internacional se encuentra a unos 408 kilómetros.
Es más, hace poco tuvimos una experiencia parecida. El pasado 16 de agosto pasó el asteroide más cercano a la Tierra jamás conocido (sin impactar). Los propios investigadores de la NASA se sorprendieron de la capacidad del campo magnético del globo para desviar asteroides de tamaños pequeños. Y en dicho caso al menos no era una nevera, sino el tamaño de un coche.
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Aun así, como expresa la propia agencia espacial en un vídeo subido a sus redes sociales, no hay que menospreciar el acto de estudio de estos asteroides: "No importa lo improbable que sea el impacto, la NASA lo quiere saber todo sobre los objetos cercanos a la Tierra". Y los seguirá estudiando, pero con una certeza más que absoluta de cara al 3 de noviembre: ninguna roca le va a destrozar el césped al presidente de los Estados Unidos.
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