Las lluvias de meteoros son uno de los mayores placeres visuales del verano. Desde mediados de julio, los cielos de ambos hemisferios del planeta están disfrutando de las perseidas y las acuáridas. Las primeras, también conocidas como Lágrimas de San Lorenzo, rinden tributo en su nombre a la constelación de donde proceden: Perseo.
Las acuáridas, en cambio, tienen una inevitable asociación con el agua, puesto que están situadas en una zona de nuestra galaxia que conocemos como 'el Mar'. No es casualidad, ya que en este océano estelar encontramos las constelaciones de Eridanus (el río), Piscis (el pez), Cetus (la ballena) y Acuario, de donde procede esta lluvia de meteoros.
Como explica a laSexta Miguel Guilarte, astrónomo y director de la Asociación Astronómica de España, las lluvias de meteoros se producen por el paso de los cometas: "Son bolas de hielo que, cuando se aproximan al Sol, producen una especie de géisers que desprenden partículas de polvo, las cuales rondan por el espacio". Estas motas de polvo, dependiendo de su origen y fecha en la que se vean, pueden ser las perseidas o las acuáridas.
"Las partículas despedidas por los cometas forman una especie de carretera en el espacio", explica Guilarte, "y, en el caso de las perseidas, nacen del cometa Swift Tuttle, una de las rocas más grandes que cruza por la órbita de la Tierra". Este cometa pasa por la vera de nuestro planeta cada 12 de agosto, según el experto, momento en el que las Lágrimas de San Lorenzo alcanzan su máximo esplendor.
Para Guilarte, las lluvias acuáridas, antecesoras de las perseidas, resultan "curiosas", debido a la procedencia del cometa que las origina: "Es la única lluvia de meteoros de un cometa que no procede del sistema solar. Surgen del Macholz 1, un cometa que viene de otro sistema planetario y que, al acercarse tanto al Sol, cogió la órbita de nuestra estrella", describe.
Ni meteoroides ni meteoritos: meteoros
A la hora de comunicar sobre estos fenómenos, se suele cometer un error común: describir las lluvias de meteoros como lluvias de estrellas o de meteoritos. Aunque, como explica Guilarte, no es un error absoluto, más bien es una imprecisión a la hora de describir el momento en el que estas partículas que se topan con nuestro planeta.
"Existen varios términos. Primero hablamos de meteoroides, que son aquellas trazas que están fuera de la Tierra", señala el experto —la clave de los meteoroides reside en que están más allá de nuestra atmósfera—. Luego están los meteoros o estrellas fugaces, que se dan cuando hay un choque con la Tierra: "Éstas se empiezan a hacer visibles a 100 kilómetros de altura y llegan con tanta velocidad —a unos 60 km por segundo—, que la escisión hace que veamos luces espectaculares".
Por último están los meteoritos, cuya razón de ser es su impacto real con el suelo terrestre: "Tienen que caer al suelo, debe de haber una presencia física de la roca. Entonces y solo entonces, se llaman meteoritos", sentencia Guilarte.
Los mejores lugares para ver las perseidas
Existe una entidad creada por la UNESCO que se preocupa por mantener la calidad de los cielos para el gozo de los astroturistas. Es la Fundación Starlight, que, además, tiene una marca denominada 'Parques Starlight', encargada clasificar todas aquellas zonas en las que se propician "actividades de observación, didácticas, culturales o lúdicas, relacionadas a eventos astronómicos".
Algunos de los lugares destacados por la fundación se encuentran en Andalucía. El propio Guilarte se sorprende de que la provincia de Sevilla, pese a su alta contaminación lumínica, tenga "cielos bastante oscuros, dentro de lo que cabe". En este sentido, Sierra Morena está considerada como una 'zona Starlight', digna de apreciar las mejores lluvias de meteoros. También Granada, con el Centro de Interpretación del Cielo en Gorafe, o Jaén, que cuenta con uno de los cielos con mejor calidad de España.
Por otra parte, hay otras tantas zonas de España que cumplen los criterios de la fundación. Entre ellas, destacan el Observatorio del Cabezo de la Jara, en Murcia; la cima del Jabalón, en Teruel; el Centro Astronómico de Tiedra, en Valladolid, o el Parque Nacional de Aigüestortes, en Cataluña.
No obstante, el director la Asociación Astronómica de España destaca que estos enclaves "en realidad son muy pocos", y que suelen estar zonas con escasa población y apartadas de las ciudades: "Al final, es en los sitios donde se hace astronomía, porque los impedimentos para estudiar y disfrutar de estos fenómenos tienen un nombre, y es contaminación lumínica", concluye.
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