La OMS ha advertido multitud de veces sobre los espacios en los que el coronavirus se propaga más fácilmente. Una de las principales vías de contagio es la que se da de persona a persona, en la que el virus sale de nuestra boca y viaja hasta un máximo de dos metros. La entidad también alerta de la transmisión por la caída de saliva infectada sobre ciertos objetos. Pero hay una tercera vía que, desde que se retomó la actividad en bares, transportes (y ahora colegios), ha aumentado el nivel de preocupación: los contagios en espacios cerrados.
Ante esta circunstancia, un nuevo elemento ha comenzado a sumarse a los ‘indispensables’ de la pandemia, como las mascarillas, los geles hidroalcohólicos o los guantes. Estamos hablando de los purificadores de aire, que ya han mostrado su eficiencia para estabilizar el contagio de COVID-19 en los viajes de avión.
Ahora bien, no cualquier tipo de purificador de aire es válido: debe de tener la certificación HEPA —en español, purificadores de aire de alta eficiencia—. Estos artilugios son capaces de filtrar hasta el 99,7% de las partículas, según indica la Agencia de Protección Ambiental de EEUU y, ante los riesgos del contagio en zonas cerradas, su ventilación artificial podría ser clave.
¿Cómo funcionan los filtros de aire HEPA?
El purificador de aire HEPA puede retirar la mayoría de partículas perjudiciales en un entorno, según escribe la Biblioteca Nacional de Medicina de Estados Unidos. Entre las partículas que limpia, se incluyen “las esporas de moho, el polvo, los ácaros del polvo, la caspa de mascotas y otros alergenos irritantes del aire”.
Básicamente, está concebido para controlar dichos alérgenos, que habitualmente circulan por el aire. Se trata de una especie de rejilla por la que pasa el aire perjudicado, capaz de capturar casi todo tipo de partículas —en el caso del coronavirus, las más peligrosas son las más pequeñas, que pueden durar hasta diez horas en el aire—.
Los filtros HEPA están compuestos de fibras alineadas al azar, hechas de vidrio o materiales sintéticos. De hecho, el material utilizado es similar al que se usa en las camisetas de secado rápido, como indica la compañía Smart Air, uno de sus fabricantes.
Para obtener la certificación, los purificadores de aire deben de pasar una serie de controles. En Europa, los filtros HEPA deben eliminar el 99,95% de las partículas. En Estados Unidos, en cambio, se debe filtrar el 99,97% de las partículas que indicaba la Agencia de Protección Ambiental.
Smart Air explica que el funcionamiento de los purificadores se puede malentender como una red. En cierto modo, según la entidad, sí atrapa las moléculas más grandes —por grandes se entienden aquellas que superan la unidad de micra. Un cabello humano, por ejemplo, tiene un tamaño de unas 50 micras—. Pero su funcionamiento es mucho más restrictivo que el de una red; es decir, ni una micra de tamaño es capaz de pasar por el filtro.
¿Y qué sucede con las que son todavía más pequeñas que una micra? Según la compañía, son “interceptadas” por el purificador. Las que no son extremadamente diminutas, como las de una célula de sangre, sí caben en los huecos del filtro, pero no son capaces de seguir la dirección que marca el aire del interior del aparato: “Estas partículas tienen un problema. Intentarán seguir el aire alrededor de una fibra de filtro HEPA, pero son demasiado pesadas. Así que algunas de ellas no se mueven lo suficientemente rápido y terminan atascadas”, escribe Smart Air.
Por otro lado, las que son extremadamente pequeñas, como las que se escapan por el hueco de la mascarilla, siguen un proceso diferente. A diferencia de las grandes, que quedan interceptadas, pesan tan poco que rebotan por todo el filtro en una especie de zigzag (esto se conoce como movimiento browniano). De este modo, al no seguir una línea recta, las partículas acaban por atascarse en el filtro. Este hecho es el que se conoce como difusión.
No obstante, sí hay unas pocas partículas capaces de pasar el filtro: aquellas que tienen exactamente 0,3 micras de tamaño. “Esto se debe a que no son lo suficientemente pequeñas como para que la difusión funcione con toda su fuerza. Tampoco son lo suficientemente grandes para que la intercepción haga su efecto”, espeta Smart Air.
“Son el punto débil de los purificadores de aire”, asegura la empresa. Sin embargo, la cantidad de partículas que es capaz de pasar por ahí no supera el 0,3%, hecho que hace de estos purificadores, en principio, de los más seguros en la actualidad.
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