El tamagotchi era un huevo que se convertía en algo que ni sabíamos qué era, pero a lo que no podías evitar cogerle cariño según iba creciendo. Traducido, su nombre era pequeño huevo adorable.
Era una mezcla de monería, curiosidad y diversión que fue para muchos su primera mascota en los años 90. La clave era cuidarlo y se puso tan de moda que hasta algunos vieron un filón que aprovecharon para cobrar por cuidar a estas mascotas o incluso por enterrarlas.
Costaba casi 3.000 pesetas, unos 18 euros de ahora, y era la primera vez que muchos teníamos una mascota virtual. En una pantalla en blanco y negro, pixelada y con una carcasa en forma de huevo y tres botones, su vida era comer, descansar, estar limpio y sobre todo, jugar.
Ahora viene en todo color e incluso con una app para el móvil. También puede casarse y tener hijos en lo que supone la enésima reedición de este juguete que tuvo hasta su serie.
Sin volante ni pedales
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