El museo de Bansky en Nueva York ya es una realidad. Con casi 200 piezas atemporales que muestran la trayectoria del misterioso artista, este miércoles "La Gran Manzana" ha inaugurado su rincón en el que los neoyorquinos podrán pasearse y deleitarse con sus dibujos que retratan con dureza temas que, pese al paso de los años, siguen a la orden del día, como el conflicto israelí-palestino o la crisis migratoria.

Al puro estilo Banksy el museo que lleva su nombre se ha instalado en un antiguo gimnasio del barrio chino de Nueva York. Unos lienzos que han sido reproducidos por un grupo de diez artistas que, al igual que el británico, han preferido preservar su anonimato. Para mantener la esencia de la obra, las réplicas han mantenido la esencia de las obras tanto en sus localizaciones originales, como la disposición que el artista dio a sus grafitis y con bloques de hormigón destruidos a sus pies o con agujeros y rasguños, e incluso la pared sobre la que se colocan es una reproducción exacta de los muros en los que se pintó la versión original.

La intemporalidad de Banksy

Gran parte de la exposición está protagonizada por grafitis y pinturas que retratan la guerra en Ucrania y el conflicto entre Israel y Palestina, dos temas que actualmente están en el ojo del huracán y que muestran la atemporalidad del arte de Banksy, pues muchas de las piezas se hicieron hace años o incluso décadas.

"El arte es intemporal. No puedes ver el arte sin hacer una conexión con lo que está pasando hoy", ha asegurado el fundador del museo, Hazis Vardar. En la sección dedicada a Palestina e Israel destaca la reproducción de un cuarto del hotel Walled Off, en la ciudad de Belén, fundado por Banksy en 2017 y concebido también como una galería de arte que, hasta su reciente cierre, financiaba proyectos locales.

Las paredes de esta habitación están decoradas con imponentes piezas como el amplio grafiti 'Israeli & Palestinian Pillow Fight', que muestra una pelea de almohadas entre un soldado israelí y un hombre palestino, o 'Watchtower', un cuadro en el que niños originarios de ambos territorios se divierten en un tío vivo. Y es que en muchas ocasiones, el artista británico escoge como protagonistas de sus obras a los niños, retratando su inocencia y el desconocimiento con el que viven las guerras que acechan a sus lugares de origen.

Precisamente, en la exposición, los niños son los que narran gran parte de la guerra en Ucrania a través de obras como un amplio mural donde un muchacho vence en una pelea de judo a un hombre adulto que, según algunos expertos, podría ser una representación del presidente ruso Vladimir Putin. Otra niña la relaciona con la crisis migratoria, en un grafiti en el que observa a través de un telescopio un barco que trata de cruzar la frontera y que aparece lleno de cadáveres y personas que parecen pedir ayuda. "Banksy no toma partido (en los conflictos), sino que tiene un enfoque humano que llega al público", ha expresado el director ejecutivo del museo, William Meade.

Un museo cargado de contradicciones Más allá de su conocida crítica social, Banksy, originario de Bristol (Inglaterra), destaca por su feroz crítica a la comercialización del arte y por su rechazo general a los museos, unos valores que contrastan con la inauguración de esta galería, que vende sus entradas a 30 dólares cada una. "(La contradicción) es la mejor parte de todo esto", ha asegurado entre risas Meade. "Es una especie de ironía, pero al mismo tiempo, yo lo pienso como: 'Si no tuviéramos forma de grabar un concierto maravilloso, ¿Cómo lo escucharía la gente? Muchas de las obras de Banksy están destruidas, y nosotros hemos sido capaces de capturar su arte, honrando la forma en que lo hizo originalmente".