El secreto de un buen discurso, decía el actor George Burns, es tener un buen comienzo y un buen final, y luego hacer que ambos estén lo más cerca posible. Y si hay algo que brilla y perdura más que la estatuilla dorada del tío Oscar es ese instante frente al micrófono.
Algunos lo llevan preparando años. "Estaría mintiendo si no hubiera hecho una versión de este discurso antes. Tenía ocho años, miraba al espejo del baño y esto era una botella de champú", explicaba Kate Winslet durante la gala de 2009.
Mientras que a otros, no les hace falta, porque son veteranos. "Cuando han dicho mi nombre, he tenido la sensación de que oía a la mitad de los Estados Unidos diciendo: '¡Oh no! ¿Ella? ¿Otra vez?'", contaba Meryl Streep en la edición de 2012.
Y cuando ya has enganchado al público y agradeces el premio a la Academia, empieza la reivindicación. "El cambio climático es real y está sucediendo ahora. Es la amenaza más urgente que está afectando a nuestra especie entera", entonaba Leonardo DiCaprio en 2016.
Discursos que se vuelven memorables, aunque no puedas articular palabra. "Es para cada mujer de color sin rostro y que ahora tiene una oportunidad porque esta puerta se ha abierto esta noche", señalaba entre lágrimas Halle Berry.
O aunque la rabia te supere, como a Michel Moore en su discurso de los Oscar en 2003: "¡Estamos en contra de esta guerra, señor Bush! ¡Qué vergüenza, señor Bush!"
Es una oportunidad para reclamar derechos y poner en pie a la mitad de Hollywood. "Es nuestro momento de tener igualdad salarial de una vez por todas y derechos iguales para las mujeres en los Estados Unidos de América", pedía Patricia Arquette en 2018.
Discursos que también arrancan carcajadas, como el de Benigni saltando por las butacas del teatro o con Almodóvar y Trueba agradeciendo a "la virgen de Guadalupe, san Judas Tadeo y Jesús de Medinaceli".
Esta noche, nueva cita en el teatro Dolby de Los Ángeles, donde quizás sean Glenn Close o Rami Malek, los próximos en inmortalizar sus palabras en la historia de los Óscar.
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