En 1969, en pleno auge del comunismo, Belgrado vio alzarse el Hotel Jugoslavija, una monumental obra de arquitectura brutalista destinada a ser uno de los hoteles más lujosos del mundo. Su construcción no solo fue un hito arquitectónico, sino también un símbolo del poder y la influencia de la antigua Yugoslavia en el panorama internacional.

Este imponente edificio fue testigo de los momentos más gloriosos del país y acogió a figuras de renombre mundial, desde la reina Isabel II hasta Fidel Castro, pasando por el Che Guevara y actores de Hollywood. Las fiestas organizadas por el mariscal Tito en sus salones son hoy legendarias.

Sin embargo, los tiempos cambiaron. Con la llegada de las guerras de los Balcanes en los años 90, el hotel pasó de ser un refugio para la élite global a convertirse en un cuartel improvisado para las fuerzas paramilitares. En 1999, los bomberos de la OTAN impactaron directamente en el edificio, dañándolo gravemente y acelerando un proceso de deterioro que no ha cesado desde entonces.

Actualmente, el majestuoso hotel sobrevive apenas como un alojamiento económico, con muchas de sus plantas abandonadas y lejos del esplendor que lo caracterizó en su época dorada. Pasear por los pasillos vacíos del Hotel Jugoslavija es como viajar a un pasado que se desvanece, un vestigio de un país que ya no existe. Pero este capítulo está por cerrarse definitivamente: la actual propietaria del edificio ha anunciado que el 31 de agosto será su último día de operación.

A partir de septiembre, la estructura será demolida para dar paso a un nuevo complejo hotelero que, según se informa, reflejará la modernidad y el futuro de Serbia, dejando atrás el peso de la historia y el legado del edificio que durante más de 50 años fue un símbolo de una era que ya no volverá.