Una de las joyas de la arquitectura rural del siglo XVIII está en peligro de extinción. Es la Hacienda Ibarburu, un bien de interés cultural que, además del deterioro, ha sufrido un continuo expolio. "Intentaron entrar con un todoterreno para llevarse las columnas", cuenta Francisco García, concejal de Izquierda Unida. Su rejería, los azulejos trianeros y las fuentes son ya irrecuperables.
De la misma forma que los frescos de la capilla de la Hacienda. "Es uno de los mejores exponentes de la arquitectura barroca de cortijo. Se ha perdido todo lo que era la logia", denuncia Joaquín Egea, miembro de la Asociación en Defensa del Patrimonio. Como contrapeso, a su lado hay una torre a punto de caerse. Hasta el Defensor del Pueblo ha abierto una investigación. "Que se ponga vigilancia para que no haya expoliación y que la Delegación de Cultura vea el proyecto de conservación", pide Jesús Maeztu, Defensor del Pueblo andaluz.
No obstante, desde la administración andaluza recuerdan que la obligación de mantener la hacienda en buen estado es de los propietarios. "El edificio está catalogado, pero los responsables del cuidado de un bien intercultural son los propietarios y poseedores", defiende José Manuel Girela, delegado de Cultura de la Junta de Andalucía. De los propietarios sólo ha querido atendernos la familia Pickman, que asegura no poder hacer frente a los gastos para recuperar la hacienda. Además dice estar atada de pies y manos porque sólo posee ya el 10% de la propiedad.