Hace seis décadas, el 27 de agosto de 1964, el mundo del cine fue testigo del estreno de 'Mary Poppins', una película que, aunque hoy se considera indiscutible, tuvo un cambio lleno de retos y decisiones que marcaron la historia del cine.

La adaptación cinematográfica de la célebre novela de P.L. Travers fue un empeño personal de Walt Disney. Convencido de que la historia de una niñera mágica debía llegar a la gran pantalla, Disney se propuso también que Julie Andrews, una estrella en ascenso en Broadway, interpretara el papel principal. La vio brillar en 'Camelot' junto a Richard Burton y quedó cautivado por su talento y presencia escénica.

Sin embargo, cuando 'My Fair Lady', la obra que había consagrado a Andrews en Broadway, fue adaptada al cine, los productores decidieron que la actriz británica no era lo suficientemente fotogénica para interpretar a Eliza Doolittle en la pantalla grande. Optaron por Audrey Hepburn, un icono de belleza, para el papel. Esta decisión resultó ser un error histórico, pero también una bendición disfrazada para Andrews.

Mary Poppins, que contó con un presupuesto de cuatro millones de euros (equivalente ajustado a la época), fue un éxito rotundo, recaudando más de 100 millones en taquilla y lanzando a Andrews al estrellato. La actriz no solo se ganó el cariño del público, sino también el reconocimiento de la crítica, llevándose a casa el Globo de Oro a la Mejor Actriz en Comedia o Musical. Con su característico humor británico, Andrews no perdió la oportunidad de dedicarle el premio al productor que la había rechazado: "Por último, mi agradecimiento a un hombre que ha hecho una gran película y ha sido el responsable de que esto sea posible: el señor Jack Warner."

Mary Poppins se convirtió en la película más nominada de Walt Disney en la historia de los Premios Óscar, obteniendo 13 nominaciones y llevándose cinco estatuillas, incluida la de Mejor Actriz para Julie Andrews. Más allá de los premios, la cinta se destacó por ser una oda al empoderamiento femenino y a la imaginación, una crítica sutil pero poderosa contra la avaricia, y una lección sobre cómo la risa y la unión familiar pueden ser las mejores terapias.

60 años después, Mary Poppins sigue siendo un recordatorio de que, a veces, los fracasos iniciales son solo el preludio de un éxito inesperado y duradero. Y que, en ocasiones, volar una cometa hecha polvo junto a tu padre puede ser el mayor logro de todos.