El 22 de enero de 1941, a Antonio Hernández le meten en un vagón. Nadie le dice adónde va. Así lo cuenta en su perfil de Twitter. " Ya es 23 de enero de 1941. El tren se detiene continuamente pero no nos dejan bajar. Pedimos agua a gritos, pero nadie nois hace caso".
Se dirige al campo de concentración de Mauthausen, en Austria. Allí serán recibidos con el aria "Adios a la vida", de Tosca. "Me han dado un número de prisionero y un triángulo azul con una 'S' en el centro. Lo llevo en la chaqueta", explica.
En la simbología de los campos de concentración, el azul corresponde a los extranjeros y la 'S' es para marcar a los españoles. Es el deportado 4443, que cuenta su día a día en el perfil que su sobrino, el escritor Carlos Hernández de Miguel, setenta y cuatro años después escribe por él. Dice que lo hace porque gracias a Twitter es más fácil reflejar "el dolor del día a día de un preso en un campo de concentración".
Como Antonio, 9.000 españoles pasaron por los campos nazis, donde permanecieron hasta un mes después de la liberación porque España, bajo el régimen franquista, no reclamaba su vuelta.
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