El cuarto jueves de cada mes de noviembre se celebra una de las fiestas más importantes de Estados Unidos. Se trata del Día de Acción de Gracias, en el que familias de diferentes orígenes y creencias religiosas se juntan para disfrutar de un gran banquete en el que el gran protagonista es el pavo al horno y su salsa de arándanos.
El origen de este día se remonta al año 1621, como recuerda la BBC. Ese año los primeros peregrinos británicos obtuvieron su primera cosecha exitosa tras un duro invierno, y celebraron durante tres días los alimentos recogidos con los nativos de Wampanoag, una zona que actualmente se sitúa en el estado de Massachusetts, al este de Estados Unidos.
El museo Plimoth Plantation apunta en su página web la tradición cultural de los habitantes de la región mencionada: “Desde la antigüedad, los pueblos nativos de América del Norte han celebrado ceremonias para agradecer las cosechas exitosas, la esperanza de una buena temporada de crecimiento a principios de la primavera y otras buenas fortunas”, escriben.
La entidad afirma que la celebración del Día de Acción de Gracias de hoy en día nace de una mezcla de dos tradiciones: por un lado, “la costumbre de Nueva Inglaterra de regocijarse después de una cosecha exitosa” y, por otro, “el Día de Acción de Gracias Puritano, una solemne observancia religiosa que combina la oración y el banquete”.
Sara Josepha Hale, la mujer que resucitó el Día de Acción de Gracias
Los documentos históricos respaldan que Florida, Texas, Maine y Virginia fueron los primeros lugares en los que se celebró el Día de Acción de Gracias. Sin embargo, “pocas personas conocieron estos eventos hasta el siglo XX”, inciden desde Plimoth Plantation. El Congreso Continental proclamó el primer Día de Acción de Gracias nacional en 1777, y tuvo el apoyo de diferentes presidentes, como Washington, Adams o Monroe. No obstante, el museo afirma que apenas 40 años después su celebración desapareció casi en su totalidad.
“La festividad se limitó a las celebraciones estatales individuales”, escribe la entidad. Aun así, hubo una figura que logró resucitar la popularidad del Día de Acción de Gracias: Sarah Josepha Hale, una influyente editora de la revista femenina Godey's Lady's Book. En 1827 inició una campaña que duró años para restablecer la festividad siguiendo el modelo de los primeros presidentes, y se dirigió públicamente a varios presidentes para convertirlo en un evento anual.
En 1863, 48 años después de su desaparición, Hale convenció al mismísimo Abraham Lincoln de que la celebración del Día de Acción de Gracias “podría servir para unir a un país devastado por la guerra”, escribe Plimoth Plantation. Así, el presidente convocó dos acciones de gracias al año: una para el 6 de agosto, por la victoria en Gettysburg —una batalla de la guerra civil estadounidense librada entre el 1 y del 3 de julio de 1863, en la que el Ejército Federal (antiesclavista), obtuvo una de sus victorias más importantes—; y una segunda para el último jueves de noviembre. Con el paso de los años, la festividad se fijó exclusivamente en el cuarto jueves de noviembre.