El abandono escolar ha bajado diez puntos en la última década, según avanzaba la nueva encuesta de Población Activa que se publicó a comienzos de año. Como refleja, tan solo el 13,6% de los estudiantes españoles entre 18 y 24 años no han terminado la educación secundaria, una cifra que todavía dista mucho de nuestros vecinos europeos.
Pero para este 13,6% se les abren otras posibilidades de estudio, los centros de Segunda Oportunidad, entidades acreditadas que cumplen con los 28 criterios de calidad del Modelo E2O. En estas escuelas, de las que forman parte cerca de 1.000 profesionales, se ofrece a jóvenes de entre 15 y 29 años, sin empleo y/o formación, un modelo pedagógico innovador basado en itinerarios personalizados, refuerzo en competencias básicas y laborales, experiencias prácticas en el mundo empresarial y apoyo en demandas sociales, con especial atención a los más vulnerables.
Según los datos, hay más de 8.000 jóvenes estudiando ahí en situación de vulnerabilidad. Uno de ellos es Alican Andrei Marciu, quien tras repetir curso decidió abandonar los estudios en 4º de la ESO. Ahora es alumno de la Fundación Tomillo: "Académicamente hablando, no tenía objetivos". Aunque quería estudiar, sentía que le faltaba motivación y no la encontró hasta que conoció la Fundación Tomillo. "Sentí que iba a un sitio porque yo quería ir y no porque nadie me obligase a estudiar", declara.
Los centros de Segunda Oportunidad se han convertido en un apoyo socioeducativo que es la clave de la conocida como Red de Escuelas de Segunda Oportunidad, una entidad sin ánimo de lucro que agrupa a este tipo de escuelas. En ellas, como comenta Marta Martínez, de la Junta Directiva de la Asociación Nacional de Escuela de Segunda Oportunidad, miran "más su talento que su pasado". "Todos tienen talento, pero igual es que en un momento de su vida no se lo han recordado o no se lo han hecho saber", sostiene.
Esto también le ocurrió a Josefina Covacho, otra alumna de la Fundación Tomillo, justo antes de terminar la ESO. "En el instituto te tienen que facilitar una carta de salida y a mí me la negaron para que yo saliera directamente al mundo laboral con 16 años", se lamenta.
Pero cuando ingresó en la Fundación Tomillo, recuperó la esperanza y la ilusión perdidas. "Necesitamos a alguien que nos encauce, que nos guíe en el camino", reclama.
De eso se encargan los profesionales de estas escuelas, en las que participan desde docentes hasta trabajadores sociales, como Esther Yuste Carballo, trabajadora social y coordinadora de proyectos de Orientación en Fundación Tomillo. "Llegan muy dañados emocionalmente y en su autoestima", ya que "llevan años recibiendo el mensaje de: 'yo no puedo, yo no valgo para estudiar, yo no voy a conseguir nada'".
Ahora, Ali estudia Formación Profesional y quiere ir a la universidad y Josefina sueña alto: quiere ser "piloto". Su historia, además, es muy curiosa: se conocieron en la guardería y, después, sus vidas se separaron, pero volvieron a reencontrarse en la Fundación Tomillo 15 años después. Ahora, como compañeros de estudios, que disfrutan de su segunda oportunidad.