Más conocido como "el arquitecto de Nueva York", Rafael Guastavino, nacido en Valencia en el año 1842, decidió cruzar al otro lado del Atlántico para dar a conocer sus destrezas con un particular sistema de construcción de bóvedas, el cual acabó llevando su nombre. Con este mismo, triunfaría y reinventaría la arquitectura neoyorquina y lo utilizaría para protagonizar los destellos de la mítica estación, ahora fantasma, de City Hall.
Bajo el subsuelo de la plaza del Ayuntamiento de Nueva York, en el City Hall Park, se encuentra una de las grandes obras que enmarcan la trayectoria y cúspide del arquitecto, la estación City Hall de Nueva York. La estación, conocida por sus techos abovedados y ornamentados con azulejos de colores y su enorme tragaluz, se inauguró en el año 1904 para unir el centro de Manhattan con la calle 145 en Harlem a través de 28 estaciones en tan solo 15 minutos. El objetivo era equipararsea los metropolitanos de Londres y París para configurar uno de los hitos más importantes de la arquitectura mundial.
Pero este emblema artístico suburbano tuvo los días contados, ya que tras cuatro décadas de funcionamiento terminó cerrándose al público en el año 1945 debido a la construcción cercana del puente de Brooklyn, lo que hizo que la población dejara de usar la estación con tanta frecuencia. Este juego de luces y contrastes arquitectónicos ha terminado abandonado al paso del tiempo bajo la incansable ciudad de Nueva York...
Entre otras de las construcciones más importantes desarrolladas por el artista, pueden encontrarse el Great Hall de la isla de Ellis, el interior de la biblioteca pública de Boston y parte del puente de Queensboro, que une Manhattan con Long Island.
De Valencia a Nueva York
Si hubiera que definir con una palabra a este arquitecto valenciano, esta sería valiente. Con los bolsillos vacíos y sin apenas saber inglés, Guastavino puso rumbo a Nueva York en el año 1881 con su hijo pequeño sin saber que se convertiría en la persona que patentó a nivel mundial de uno de los sistemas de bóvedas más usado hasta el momento, la bóveda tabicada. Antes de desembarcar en la Gran Manzana, dejó diseñadas obras en España como la mítica fábrica textil de Can Batlló en la Ciudad Condal y el edificio del Teatro La Massa de Vilassar de Dalt, en la provincia de Barcelona, en los que su sistema de cúpulas era el gran protagonista.
Sus obras hablan de él y es que su particular sistema de construcción abovedada tenía una base muy sencilla y humilde, al consistir solo en el revestimiento del techo con ladrillos colocados de forma plana y unidos por cemento, sin necesidad de andamios ni vigas. Estos ladrillos también fueron ideados por el artista, compuestos por un material que no permitía incendiarse. Los edificios de Nueva York se solían construir en gran parte con madera, por lo que en casos de incendio eran mucho más vulnerables, pero con el nuevo modelo implantado por el arquitecto, el fuego no podía destruir las construcciones.
El bajo coste de sus cúpulas, su sencillez, resistencia y colorido hizo que sus obras fueran reconocidas a nivel mundial como 'made in Guastavino'
El bajo coste de sus cúpulas, su sencillez, su resistencia y el uso de baldosas de colores para su revestimiento, las cuales le daban un toque neogótico, hizo que todas sus obras fueran reconocidas a nivel mundial como 'made in Guastavino', lo que le ayudó a convertirse en uno de los máximos exponentes de la arquitectura contemporánea del siglo XIX y XX.
Pero a pesar de todo su legado e importancia, como suele pasar en muchos capítulos de la historia con muchos personajes, Rafael Guastavino no fue reconocido hasta mucho más tarde de su época: su nombre apareció por primera vez en un libro de arquitectura en 1972, apenas existen tres fotos de su persona y la primera tesis sobre su obra no se realizó hasta 2004 . Este artista, que jamás regresó a España y se ha mantenido en el anonimato hasta hace relativamente poco, ahora cuenta con una estatua en su ciudad natal, Valencia.
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