"Tú querías que yo te dijera el secreto de la primavera", escribió Federico García Lorca, fue en una primavera, la de 1919, cuando el poeta se instaló en la capital.
"Lorca viene muy ilusionado, es en Madrid donde quiere encontrar un sitio de irradiación cultural en la residencia de estudiantes", afirma Emilio Peral, director del congreso internacional García Lorca y profesor de Filología de la Universidad Complutense.
Allí ingresó unos meses más tarde. "Era una persona muy seductora, le gustaba la música, cantaba, conocía toda la poesía española... todo el mundo quedaba seducido por su personalidad", asegura Alicia Gómez, directora de la Residencia de Estudiantes.
De entre todas las habitaciones, una de ellas se conserva de manera especial. Como si no hubiera pasado el tiempo, con sus cartas y sus libros, con su palangana y su vino de Jerez, recordando a Lorca y a la generación del 27. "Hacían muchísimos juegos y bromas", añade Gómez.
Uno de los momentos de mayor distracción era la hora del té, un espacio de charla, de conversación entre todos que el propio Lorca se encargó de inmortalizar, de dibujar.
Madrid era vanguardia, era abrirse al mundo, era ciudad de tertulias como la del Café Gijón. "El Madrid de la modernidad marca para siempre a Federico, él recoge nuestra raíces, nuestra manera de entender la vida", destaca Jaime de los Santos, consejero de Cultura, Turismo y Deportes de la Comunidad de Madrid.
100 años después, se recuerdan también las anécdotas como esta entre el poeta y Primo de Rivera. "Federico García Lorca llevaba el mono azul de la Barraca y José Antonio Primo de Rivera le escribió una nota diciendo 'qué grande sería España si esos dos azules se unieran'". Así lo relata Peral.
Frente al Teatro Español, en la Residencia de Estudiantes, en el Gijón, o en la que fue su casa en la calle Alcalá. No faltan lugares en Madrid para recorrer y recordar la huella del poeta andaluz 100 primaveras después.