El escenario de Joaquín Sabina se levantaba a un 1,70 metros del suelo. Un poco menos de dos metros, que es el máximo permitido sin necesidad de poner vallas o medidas extra de seguridad. Y es que existe un protocolo en el escenario para intentar evitar este tipo de accidentes.
El cantante de 'Los Rebeldes' intenta prevenir las caídas con una frontera creada por un micro de pie. Sabina, sin embargo, se movía libremente gracias a un micrófono inalámbrico, lo cual tiene sus desventajas. "Te hace perder la frontera entre el público y el escenario", explica Carlos Segarra, vocalista de 'Los Rebeldes'.
Para evitarlo, una cinta de color marca el límite del escenario, cuya construcción siempre tiene que estar certificada por un ingeniero. Pero la responsabilidad de todo lo que ocurre sobre él recae sobre el promotor y el artista. Ellos también están obligados por ley a contratar una empresa de prevención de riesgos laborales.
No es la única medida a aplicar. El foso sirve de pasillo en caso de evacuaciones y está delimitado por una valla antiavalanchas. En este espacio solo puede estar el personal de seguridad y los altavoces de subgraves. Aún así, el espectáculo muchas veces empuja estos límites de seguridad al extremo.
Eran conocidos como los 'caras rotas'
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Los conocidos como 'caras rotas' eran despreciados por la sociedad, como se narra en El reconstructor de caras. Solo algunos, gracias al cirujano Harold Gillies, vivieron una segunda oportunidad.