Los vecinos de Fuenteodra, Burgos, se resistieron a ver cómo su iglesia terminaba derrumbada y se pusieron manos a la obra iniciando enmarcha una campaña de crowdfunding que en 2020 logró salvar el edificio.
Ahora, las campanas vuelven a sonar para avisar de que están otra vez en campaña. Después de haber apuntalado sus cimientos, ahora necesitan reparar su interior y saben que no es nada fácil.
"¿Cómo es posible que la gente done dinero a un lugar en el que no ha estado, ni conoce, ni seguramente vaya a estar nunca?", se pregunta Javier Maisterra, presidente de la asociación cultural 'Manapites'.
Les decían que no había nada que hacer, pero ya lo consiguieron la primera vez y no se dan por vencidos. "Nunca nos imaginamos que podría llegar hasta donde ha llegado esto", indica José Luis Corralejo, alcalde pedáneo de Fuenteodra.
Ahora, necesitan aportar unos 38.000 euros, de los 128.000 que forman la subvención que les han concendido. "Lo que nosotros queremos no es que nos lo hagan todo, sino que nos financien hasta donde no podemos llegar. Queremos tener esa base social para que el proyecto, después de que terminen las obras, sea un proyecto vivo", añade Maisterra.
No son los únicos. En Vadocondes, también en Burgos, todavía recuerdan el buen sabor de boca que les dejó la primera campaña. "Vinieron donaciones de Alaska, de Estados Unidos, de Reino Unido...", recuerda Mariano Giménez, vecino del municipio.
En total, 47.000 euros dieron lustre al retablo del Altar Mayor y ahora les queda devolver a la vida a su histórico órgano de 1826. "A la gente de aquí le gusta también la cultura como a los del barrio de Salamanca de Madrid", defiende Jean-Pierre Gallard, sacerdote del pueblo.
María ensaya al teclado por si en unos años puede tocar el órgano ya restaurado porque en esta época, las campañas de micromecenazgo funcionan.
"Los pueblos en verano crecen y es el momento de aprovechar", argumenta Giménez y tiene razón, Vadocondes pasa de 360 habitantes a 1.000 durante las vacaciones. Se llenan los pueblos y aumenta la conciencia social. "Que vengan a misa, o no, no importa; lo que importa es que esto es patrimonio", añade el cura. Un patrimonio que ya escucha los ecos de su futuro más próximo.