Se cumplen 50 años del emblemático festival 'Woodstock', que tiene que ver con la realidad: atascos interminables, retrasos de varias horas en las actuaciones y el gobernador de Nueva York declarando la granja donde se celebró como "zona de desastre".
"La feria de música y arte de 'Woodstock' en una exposión 'acuariana' de tres días en Bethlen, sin complicaciones, calma y paz". Este es el anuncio del festival que la propia revista Time consideró como "el evento pacífico más grande de la historia".
Un buen samaritano ofreció el terreno de su granja para celebrar el festival de Woodstock. Un espacio concebido para 50.000 personas que acabó albergando a medio millón. "Parecía uno de esos cuadros de las almas en el infierno de Dante", explica John Fogerty, cantante de 'Creedence Clearwater Revival'.
Las carreteras se colapsaron desde el primer día, pero no iba a impedir a los asistentes llegar a la conocida como 'tierra prometida'. "Nos unimos a la cola de gente bajando por la carretera", recuerda una de las visitantes al festival al que los artistas tuvieron que acceder en helicóptero.
La comida comenzó a escasear, por lo que la armada envió helicópteros con provisiones. El gobernador del estado de Nueva York declaró la granja como zona de desastre aunque en el solo se respiraba paz, no hubo peleas, solo música acompañada de drogas.
El festival pasó a ser gratuito cuando rompieron las vallas. Se tardó una década en recuperar el dinero invertido, pero más allá del beneficio económico, el cultural fue incalculable.
"Durante un minuto no nos encontrábamos en guerra, por un minuto no habíamos perdido a los Kennedy, por un minuto nos comportamos como seres humanos", explica el cantante y guitarrista David Crossby.
"Me desperté cuando escuché: damas y caballeros: Jimmi Hendrix", cuenta un asistente respecto a la actuación del artista. La última actuación y se retrasó más de nueve horas, aunque, en ese momento, el himno de Estados Unidos nunca había tenido ese significado y no había sonado mejor.
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