La historia comenzó en forma de musical. Hace 71 años, Arthur Laurents y Leonard Bernstein idearon una obra que contase las trifulcas raciales entre bandas. En principio, iba a llamarse East Side Story, centrando las tensiones entre católicos y judíos.
La cuestión cambió cuando ambos se encontraron con una noticia que informaba sobre el asesinato de un joven como resultado de una pelea entre dos grupos de origen latino. La cosa trascendió cuando los creadores vieron que en Nueva York, durante los años 50, la inmigración puertorriqueña había ascendido notablemente.
Y con un chasquido de dedos, se estrenó en Broadway el cuento moderno de 'Romeo y Julieta', y ya en 1961 llegó a los cines, pero con algunas modificaciones. Por ejemplo, en el musical, en 'América', en uno de los números más famosos sólo participaban las chicas. Algo que se puede constatar en el teatro Calderón de Madrid, que tiene esta obra sobre el escenario y es fiel a la obra y no a la película.
Laurents y Bernstein se centraron en la historia de amor, en los bailes y las canciones y en el mensaje pacifista, pero lo que pocos saben es que en el mismo año en el que se estrenó la película, John Frankenheimer hizo otro filme similar con un joven Burt Lancaster como protagonista.
De nuevo, las bandas, aunque en este caso las italianas y puertorriqueñas. Pero él fue más al grano. La película comienza con el apuñalamiento de un puertorriqueño, porque lo importante para Frankenheimer era el juicio posterior. Un alegato contra la pena capital sin amor ni canciones, pero que parece beber del musical de West Side Story.
El éxito se lo llevó la más amable historia de Jerome Robbins que consiguió 10 premios Oscar y calar en la cultura popular. Entendimos que todos tenían su parte de culpa, y su parte de razón. Que el racismo solo trae desgracias y que bailar es mejor que matar.
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