"No andaba muy bien, vi el hotel del equipo, dije que hasta ahí había llegado y me bajé". Lo que para los aficionados y los medios de comunicación fue un momento impactante, para Indurain, prácticamente, fue un día más en la oficina. Miguel relata para 'Jugones' su retirada del ciclismo como si hablase del tiempo que va a hacer el fin de semana: sin pesar y con media sonrisa. Indurain es así, no le gusta hablar de sí mismo, mucho menos darse importancia. Apenas guarda recuerdos de sus años de gloria, cuando dominaba con puño de hierro el Tour de Francia, carrera que ganó cinco veces consecutivas, hito que aún nadie ha igualado. A sus 56 años, Indurain simplemente disfruta de la vida. Reparte su tiempo entre la familia, los amigos y la bicicleta. Cuando le apetece, claro. Este periodista ha tenido la suerte de rodar con el navarro en su última escapada por la Sierra de Madrid.
La humildad
En ciclismo de montaña es bastante común encontrarse con vallas y puertas cerradas. Alguien tiene que bajarse de la bicicleta, abrir para que pasen los demás y luego cerrar. Una tarea poco grata, en definitiva. Pues ahí estaba Miguel Indurain, con toda su leyenda encima, haciendo los honores a un grupo de esforzados periodistas que compartieron kilómetros con el embajador de 123aCorrer de Banco Santander. Es una simple anécdota, pero sirve para constatar la personalidad de esta leyenda del deporte español. La humildad y la corrección fueron el denominador común cuando era un campeón y, ahora, que es un cicloturista más, mantiene la misma actitud.
El cariño
"Anda, pero si es Indurain... ¡Vamos, Miguel, ¡qué grande eres!". Y así durante todo el recorrido entre Navacerrada y Segovia. Los aficionados siguen poniendo cara de asombro cuando reconocen su imponente figura encima de la bicicleta. Suelen tardar un par de segundos en reaccionar por lo inesperado del encuentro, pero cuando lo hacen sonríen y sueltan unas palabras de ánimo y agradecimiento a Miguel. Sí, de agradecimiento. Fueron muchos años disfrutando de las hazañas del navarro en el Tour de Francia. Aquellas largas tardes de verano pegados a la televisión, con los ojos como platos empujando desde el sofá, se han quedado grabadas en la memoria de muchos españoles. Por supuesto, también en la del que escribe este texto.
Reconozco que tenía cierto nerviosismo antes de conocerlo en persona. Fue un ídolo de juventud, así que tocaba comprobar de primera mano si era tal y como lo imaginaba. Y hubo una agradable sorpresa. Resulta que Miguel Indurain es un tipo afable y divertido en las distancias cortas, nada que ver con la imagen que se suele tener de él, de hombre serio y poco dado a los excesos afectivos. En sus tiempos de profesional, tanto en la carretera como ante los micrófonos, Perico Delgado era el extrovertido y Miguel Indurain el introvertido. Pues bien, Miguel se pasó toda la jornada con los periodistas haciendo chascarrillos, riendo y bromeando, simulando estar agotado por la dureza del recorrido. "¿Cuánto falta para llegar? ¿Todavía hay que subir 1000 metros? ¿Cuándo es la hora del bocadillo?". Y así cada vez que había que parar y esperar a algún rezagado.
En forma
Miguel Indurain tiene 56 años, pero si no fuera por las canas y algún kilo más (pocos) su figura sería muy parecida a la de su época de corredor. Sigue saliendo dos o tres veces por semana, "sin forzar", pero su forma física es muy buena. Piernas como robles, postura inconfundible sobre la bicicleta, casi siempre sentado y de vez en cuando levantándose para coger impulso. Exactamente como en su época de profesional. Lógicamente, en la ruta con los periodistas se trataba de ir en grupo y Miguel no se puso a tirar fuerte en ningún momento. Se pasó todo el camino hablando con unos y con otros, hasta justo antes de la llegada a Segovia. Allí, en el llano y con un firme irregular, Miguel estiró el grupo como en sus mejores tiempos. "El terreno me recordaba a las clásicas que me gustaban y, bueno, ya sabes…", reconoció con media sonrisa. Tímida, eso sí, mientras degustaba un buen cochinillo. El bocadillo, mejor en otra ocasión.