Y volvió a aparecer el de siempre. Volvió a aparecer el que aparece cuando todo parece perdido. El que apareció en Lisboa en el minuto 93. Volvió a ser él. Sí, fue Ramos. De nuevo Sergio Ramos. Fue él el que hizo sonreír al Real Madrid en el Camp Nou cuando todo hacía indicar que los madridistas se iban a ir sin botín de la Ciudad Condal en El Clásico. El de Camas, con un gol de cabeza en el 89', neutralizó el tanto de Luis Suárez al comienzo de la segunda parte para un justo reparto de puntos final en un duelo igualado e intenso. En un duelo con lucha máxima y con máxima entrega por parte de cada jugador.
Desde el minuto 1 quedó claro que el tener espacios iba a ser complicado. Apenas tiempo tardaron los dos equipos en mostrar que iban en serio. Que estaban despiertos y que no había ninguno que estuviera en la hora de la siesta. Intensidad máxima, sin hacer prisioneros de ningún tipo y vendiendo caro cada milímetro del campo. El equilibrio era total, y también el respeto entre dos rivales que saben que cualquiera de sus atacantes es capaz de liarla al mínimo fallo.
Por ello, concesiones pocas. Se imponían las defensas y la contención. Las ocasiones brillaban por su ausencia, y la claridad ofensiva también. A pesar de todo, dio tiempo para lo que siempre hay en los Clásicos, pues no faltó la ración de polémica. Un posible penalti para cada equipo, con un empujón de Mascherano a Lucas Vázquez y con una mano de Carvajal en el área. No se pitó nada, y al descanso se llegó con 0-0. Se llegó con mucha brega, con mucha lucha, con mucha intensidad... pero con pocas ocasiones y con pocas, o con ninguna, intervención de ninguno de los dos porteros.
El balón parado decide
Así pues todo por decidirse en la segunda parte. Y no tardó mucho la balanza en decantarse para uno de los dos lados. Estaba claro cómo iba a ser viendo lo complejo de ambos entramados defensivas. Fue a balón parado, por una inocente falta de Raphael Varane sobre Neymar en la que el galo pecó de falta de experiencia. La puso el brasileño con su derecha, y lo hizo donde más duele. Entre la defensa y el portero, directo al área pequeña. Con Keylor inmóvil, Suárez remató con la testa directo a las redes. El Camp Nou ya tenía a los suyos por delante.
El Barça tenía el partido sin tener el control. Al menos sin tenerlo hasta ese momento, porque con el viento a favor los azulgranas los de Luis Enrique empezaron a sentirse mejor y más cómodos. El Real Madrid lo intentaba, pero lo intentaba sin orden. La respuesta desde el banquillo era ninguna, mientras Messi se dedicaba, junto al reaparecido Iniesta, a llevar la calma a cada acción ofensiva de los culés. Ellos marcaban el ritmo, y su ritmo habría bastado para asegurar tres puntos sin riesgo antes del 70 si Neymar no hubiera mandado fuera una ocasión de las que pocas veces falla el 11.
Ramos, siempre Ramos
Perdonó. Y perdonó Messi otra más. Y llegar con un resultado tan corto ante el Real Madrid siempre es un riesgo. Salieron Casemiro, Asensio y Mariano, y Ramos se puso ya como delantero centro. Se olía el asedio final del cuadro madridista, y se veía venir que el de siempre, que el héroe de la Décima y uno de los responsables de la Undécima, podía volver a ser decisivo. Lo fue. Modric la puso desde la izquierda en una falta y el de Camas, con la cabeza, batió a Ter Stegen.
Empate a uno y Casemiro salvador en el 93' con un despeje de cabeza sobre la línea un remate de Sergi Roberto. Reparto de puntos justo tras un Clásico con mucha intensidad, con mucha lucha por cada espacio y con ninguno de los dos equipos capaz de mandar con su estilo sobre su rival. Al final, el Real Madrid sonríe más. La Liga sigue igual, con la misma ventaja sobre el Barça y con un partido menos. Nada más y nada menos que el partido del Camp Nou.