Quién le iba a decir al Atlético de la fiesta de Tallin que pasadas tres jornadas se iba a instalar en un estado cercano a la depresión. Sin cabeza, sin juego y sin alegría, los de Simeone se estrellaron en Vigo ante un Celta superior al que le bastó el segundo tiempo. Simeone falló en planteamiento y cambios, y la expulsión de Savic, en otro partido más que cuestionable, fue la mayor expresión de sus errores.
El Atlético salió con la caraja. Con la mente en la siesta. Como si el café aún no hubiera hecho efecto. El Celta, todo lo contrario. Intenso, con garra y con las ideas perfectamente claras. Presionando, corriendo y luchando por un balón que rara vez dejaba de ser celeste. Apenas trenzaban juego los del Cholo, con Giménez por Juanfran al estar Arias aún ganándose la confianza de Simeone, y con un Correa que en banda aporta lo que puede.
Iago Aspas avisó con un tiro que se marchó al lateral de la red, y esa acción se entendió como una declaración de intenciones viguesa para el Atleti. Griezmann hizo lo propio, con lo justo eso sí, pues la acción nació de un error de Lobotka en el pase. Con todo, y con una clara vocación de llegar rápido al área de Sergio, el cuadro rojiblanco empezó a despertar.
Tarde eso sí, pues el reloj corría y cada vez quedaba menos para llegar al descanso. Tras él, volvió la pájara. Una más grande aún que la de la primera parte y en esta ocasión, a diferencia de lo sucedido la temporada pasada, sí acerto en el arco de Oblak. Pase atrás de Filipe, resbalón inoportuno de Godín y Maxi Gómez mostrando su talento en el disparo para batir al meta esloveno. Viendo el unocerismo instalado en el cuadro visitante, gran parte del trabajo estaba hecho para el Celta.
Lo remataron con el segundo gol. Esta vez fue Aspas, quien de cabeza puso el balón en las mallas. Giménez, ubicado ahora en el eje central, no llegó al despeje y Savic, que ni se enteró de que se estaba jugando al fútbol en Balaídos, perdió la marca del de Moaña. El de Montenegro, para rematar la buena tarde del Atlético, se fue a la calle por doble amarilla justo después de que Simeone decidiera sacar a Arias... por Giménez.
De la acción de su segunda tarjeta nació el tercer gol del Celta. O habría nacido el tercer gol del Celta. El VAR, preciso cual neurocirujano, anuló el tanto de Cabral por un fuera de juego milimétrico. Con diez, aún había esperanza para el Atleti... pero la esperanza muchas veces no es suficiente.
El Celta tuvo todo consigo. Fue mejor, mucho mejor, que un rival endeble que en la segunda parte se empequeñeció en Balaídos. Filipe, mal. Griezmann, mal. Godín, mal. Savic, mal. Y Simeone, peor. Mucho van a tener que pensar en estas semanas para revertir el juego... y sobre todo para cambiar unas sensaciones que son peores con cada jornada que pasa.