Italia, siempre Italia. En un partido en el que se vieron obligados a sacar lo mejor de su juego y de su mentalidad, la selección de Roberto Mancini se repuso -no sin esfuerzo- del gol inicial de Shaw, dominando en varias fases del encuentro e imponiéndose, en la tanda de penaltis, a Inglaterra.
Donnarumma fue el héroe de la tanda, pero para llegar ahí, antes, tuvieron que pelear lo indecible ante Inglaterra y ante Wembley en una batalla épica que queda grabada en la historia del fútbol europeo.
El comienzo del partido no pudo ser más sorprendente y abrupto. Trippier, la gran novedad de Gareth Southgate en el once titular, tuvo la banda derecha entera para él, teniendo opciones de levantar la cabeza y buscar con libertad a sus compañeros. En su primer centro, en el primer alzamiento de testa, encontró al lateral del Manchester United Luke Shaw, que definió sin dudarlo con su zurda para batir a un vendido Donnarumma.
Los primeros minutos fueros eso, un show de Trippier sin oposición por la banda, colgando balones que siempre originaban una situación de peligro. El bloqueo de Italia era total y los problemas se iban sumando, con Jorginho saliendo brevemente del terreno de juego por problemas en su rodilla derecha.
Harry Kane daba toda la pausa que necesitaba Inglaterra para no lanzarse a por el animal herido, buscando poco a poco los huecos que Italia le cedía. Chiesa era el único capaz de coger del cuello de la camiseta a sus compañeros para liderar -con arremetidas individuales- a su selección. Un gran disparo suyo desde la frontal con la zurda estuvo a punto de suponer el 1-1, uno de los grandes sustos de los italianos en esta primera parte.
La pesadilla de Italia fueron, sin duda, los laterales, con Shaw y Trippier poniendo en muchos problemas a la siempre fiable defensa transalpina. La única reacción que fue medianamente peligrosa de los de Mancini se dio al borde del descanso, con ocasiones peligrosas de Immobile e Insigne. Con esto y poco más, acabaron los primeros 45 minutos.
Al volver al campo, se pudo ver una tímida reacción de Italia, que por fin parecía disputar la final a Inglaterra sin complejos, siendo el equipo que, si bien no brillaba, peleaba de tú a tú con su rival en el resto de la Eurocopa. Los minutos pasaban y las imprecisiones de los ingleses aumentaban, era el momento de Italia de remontar.
Dos disparos consecutivos de Insigne, el segundo más atinado que el primero, marcaban una tendencia clara. Obligaron a trabajar algo a Pickford, mero espectador del encuentro en los primeros 50 minutos. Y tanto empujaron y empujaron que, de tanto empujar, llegó el ansiado gol.
Donnarumma, héroe entre el nervio
Fue precisamente empujando un balón suelto después de un córner caótico, con caídas, rebotes y un rechace suelto que le cayó a los pies a Bonucci. Un simple toque con Pickford en el suelo que, ahora sí, ponía la final en tablas con media hora por jugarse.
Italia, ya más cómoda, pasó a ser dominadora total del partido, con un Verratti liberado para hacer llegar el balón a sus atacantes, definitivamente más lúcidos que en la primera parte. La grada también se apagaba, viendo con miedo las llegadas de Italia, que acumulaba posesión, jugadores y dominio.
La final se fue igualando, pareciéndose a una final de Eurocopa. Ambos combinados nacionales subieron un tono la intensidad. Una de las notas negativas la dejó Chiesa, que tuvo que retirarse lesionado del terreno de juego. Sin duda, el jugador más desequilibrante de los de Mancini.
Con Italia volcada e Inglaterra firmando la prórroga, se llegó a eso, a la prórroga. No podía ser de otra manera en esta Eurocopa, cuya igualdad ha llevado al tiempo extra a un número récord de partidos. Utilizando uno de las expresiones más manidas del fútbol, tuvimos una parte para cada equipo en lo que a dominio se refiere.
En el tiempo extra vimos la igualdad que se espera en una final, con ocasiones repartidas, aunque con esa claridad que define un partido. De nuevo, el primer tramo fue para Inglaterra y el segundo, para Italia, al menos en la primera parte. En la segunda, Italia ha sufrido mucho, con intervenciones cercanas al milagro de Donnarumma y Chiellini.
Sin goles en la prórroga, el partido se fue a los penaltis, donde la fortuna, la habilidad y la mente se juntan para aupar al campeón. Y esa suerte, esta vez, se fue del lado de Italia.
La suerte o la intervención de Donnarumma, que se hizo gigante ante las dudas de los ingleses frente a la grandeza. Porque si algo ha sabido hacer Italia en esta Eurocopa es mantener la actitud de campeón, de no rendirse, de reponerse ante la adversidad. Esta final ha sido la prueba más clara de esto, que ha premiado al que más y mejor lo ha intentado.