Hay equipos que están hechos por y para la Champions. Equipos que, lleven lo que lleven sin jugarla, y hayan hecho lo que hayan hecho en su última participación, siempre son candidatos. Equipos como el Liverpool, que cayó en fase de grupos en la 2014-15, que llevan décadas sin ganar una Liga de su país, pero que son de Champions. Que son de los que nunca hay que descartar. Que son de los que se clasifican para finales y que sabes que la pueden ganar.
Así es este Liverpool. El Liverpool de Jurgen Klopp. Un equipo, sin los nombres de otros clubes de Europa, pero un equipo. Un equipo grande, uno de Champions. Uno con historia y con pedigrí. Uno que, partido a partido, ha ido dejando fuera a todos y cada uno de los rivales con los que se ha encontrado haciendo un fútbol perfectamente reconocible. Ante la Roma lo que han demostrado durante toda la temporada no fue una excepción.
Porque si en la ida fue un 5-2, mostrando un vendaval ofensivo bestial y unas lagunas igualmente importantes atrás durante varios minutos de desconexión, en la vuelta a la primera que tuvieron ya dejaron vista para sentencia la eliminatoria. O casi vista para la sentencia, porque Roma también quiere ser eterna en Europa, como demostró ante el Barça, y jamás se rindió. Jamás dio su brazo a torcer. El gol de Milner, en propia puerta, fue premio a la insistencia 'giallorossi'.
A la media hora ya iba 1-2 el Liverpool, pero ni el hecho de tener que marcar ya hasta cuatro goles tan solo para forzar la prórroga hizo cambiar el plan de la Roma de atacar. El Shaarawy remató al poste, y Karius no pudo despistarse ni un solo instante al igual que el resto de su defensa. Poco que reprochar tenía el público romanista, a pesar de la misión casi imposible que los suyos tenían por delante.
Lo agradeció la Roma tras el paso por vestuarios. Los italianos, con más garra que nunca, se comieron al Liverpool. Marcaron otro gol, gracias a Dzeko, pero con un 4-2-4 clarísimo tuvieron no pocas ocasiones. Una de Under, en un remate que sacó Karius como pudo. Y otra que quien la sacó fue Arnold, el lateral derecho, con una mano espectacular dentro del área pequeña. No la debió ver el árbitro, o más bien ninguno de los varios que hay en un duelo Champions, y el penalti quedó en saque de esquina.
El Liverpool, en su versión más nerviosa, daba una increíble sensación de angustia aún estando tres goles por encima en la eliminatoria. A pesar de que la Roma pareció calmarse tras la salida del césped de De Rossi, el 4-2-4 de Di Francesco hacía pasar muchos apuros a los de Klopp. El tridente 'red' lo intentaba sin acierto y sin fluidez. Solo Mané respondió en la ciudad eterna.
Eterna será esta Roma. Cayeron, pero con honor. Llegando a semifinales de una Champions que con cada temporada es más exigente. Ni el PSG ni el Manchester City llegaron. Ni tampoco un Atlético y un Barcelona que eliminaron en fase de grupos y en cuartos respectivamente. Ellos sí llegaron, pero no pudieron ante el torbellino rojo que ha formado Jurgen Klopp aún con los tantos de Nainggolan en el 86' y en el 93'.
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El Liverpool vuelve a una final. Vuelve a encontrarse en una con el Real Madrid. El último verdugo europeo de los blancos en la lucha por el título será su adversario en Kiev.