El Atlético, este Atlético, es de todo menos un muro en defensa. Con 30 goles encajados en 23 jornadas, el equipo de Simeone encaja goles de todos los colores y, sobre todo, a balón parado. La caraja es tremenda en esas situaciones, pero el 3-1 que les hizo el Barça es una evolución. Es un paso más allá al desastre.
Porque es incomprensible que el equipo que hace no mucho dejaba prácticamente siempre la portería a cero permita que ese balón termine en las mallas de Oblak. Fue en una falta, centrada, que remató Piqué. Para que su testarazo dejase paso al festival.
Ni un solo jugador del Atlético se enteró de nada. Fueron, algunos, a la línea de gol para no se sabe bien qué motivo mientras la bola iba y venía como quería por el área de Oblak. Por, prácticamente, el área pequeña del arco del esloveno.
Dos remates tras rechazo... y gol
Sin una sola marca, remató Ferran. O intentó rematar Ferran. No logró anotar. Pero vamos, que no hizo ni falta, porque Araujo estaba también libre. No hubo un remate. Hubo dos. Dos, en el área del equipo de Simeone.
Sí, suena increíble, pero es así. Y el central no perdonó. Remató en escorzo para poner el 3-1 y para llevar el bochorno a un equipo que basa su fortaleza en la idea de defender. En la idea del orden. En que ya llegará alguna para marcar pero que lo importante es no recibir.
El Atlético, una máquina de recibir goles
Recibieron cuatro contra el Barça. El menos desastroso fue el 1-1, ante el remate de Jordi Alba. El segundo, boquete tremendo por la izquierda. El tercero, lo que fue. El cuarto, otro boquete, pero por la derecha.
Mucho trabajo tiene por delante el Atlético. Mucho en qué pensar tiene un Simeone que ve que su idea, esta temporada, no está cuajando. El campeón de LaLiga 2020-21, noqueado tanto en los resultados como en su filosofía.