El liderazgo de Saúl Ñíguez impulsó, con tres grandes goles, a España a la final del Europeo de Polonia, que disputará ante Alemania tras superar un durísimo duelo contra una Italia que se exhibió en el primer acto pero acabó goleada tras la expulsión de Gagliardini (3-1).
Era una final anticipada que decidió Saúl. El sistema de un Europeo sin rondas previas a las semifinales, provocaba el enfrentamiento de dos líderes de grupo. El objetivo de volver a reinar de España pasaba por imponer su mejoría física gracias a la rotación masiva del tercer partido y el mayor talento individual de centro de campo hacia adelante, pero Italia respondió con grandeza al duelo.
Llegaba a la cita condicionada por las importantes bajas de Conti y Berardi, con una banda coja que Di Biagio solventó con Caldara y Chiesa, que siempre encaró y generó desequilibrio. Presión alta y a por España. Así salió la selección 'azzurra', que consiguió anular las señales de identidad españolas.
No fue regular en su fútbol la Roja en el Europeo y cuando dejó momentos de brillantez fue en transición más que en elaboración. El partido le presentaba la opción y lo encaraba Celades cambiando bandas de Marco Asensio y Deulofeu. Desde la derecha el primero redujo su poder de influencia.
Exhibición de Ceballos
Partiendo de la izquierda hacia dentro el segundo, tuvo protagonismo en la media hora que duró el experimento. España se mantuvo gracias a la seguridad de Kepa. Fue exigido desde el inicio. A los dos minutos ya respondía a un disparo cruzado de Chiesa. En su variedad de paradas sacaba una clara con su pierna izquierda al derechazo de Pellegrini y de puños un cabezazo de Caldara.
Italia mostraba sus credenciales, alejada del estilo clásico de los mayores. Su seguridad defensiva, solo puesta en duda por la República Checa que le endosó tres, era el gran reto a superar por España. Apenas habían chutado en el torneo a Donnarumma que vio como Ceballos invitaba a la reacción y respondía ante el primer tiro a puerta español, con el disparo lejano de Deulofeu, que buscaba también el gol olímpico.
En sus botas estuvo a la media hora la ocasión más clara tras el servicio perfecto de Saúl, pero de zurda no encontró la portería rival, algo escorado. El regreso a su demarcación lo agradeció Asensio, respondiendo con dos arrancadas en los mejores minutos españoles. Sandro chutaba arriba tras una exquisitez de Ceballos.
Petagna cerraba el primer acto en la que fue última aparición de Kepa. Estaba por llegar una exhibición de Saúl tras la reanudación, con la superioridad de ese adulto que juega con niños y con un socio que dejó jugadas para enmarcar como Dani Ceballos. Los dos fabricaron el primer tanto.
Todoterreno Saúl
Partiendo el andaluz desde la banda, irrumpiendo con amagos y encontrando el desmarque de Saúl que colocaba el disparo lejos del alcance de la estirada de Donnarumma. Otra vez abrelatas Saúl, autor del primer tanto español en los tres partidos que ha disputado.
Su recital sería mucho mayor para liderar la reacción al golpe de orgullo italiano. Gagliardini se auto expulsaba con dos amarillas en ocho minutos, la segunda con una patada de impotencia a Ceballos que se cansó de lanzar túneles. Bernardeschi merecía protagonismo por su calidad.
Tiró de Italia para primero asistir a Pellegrini y después decidirse a hacerlo solo para firmar el empate. Fue un error que pagaba caro España. Le dejó metros para recibir un saque en corto de una falta, ningún central le marcó y su disparo lo desvió Vallejo a la red. Era el momento de ganarse la final ante una Italia que debía acusar jugar con diez y el mayor cansancio acumulado.
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La figura de Ceballos se impuso y Saúl acabó con el suspense. Un zurdazo de 30 metros a la escuadra ponía de nuevo a España por delante a los 65 minutos y nueve después firmaba el triplete, con el que se convierte en máximo goleador del torneo, tras una asistencia de Asensio, que apuró la banda izquierda para encontrar la zurda de Saúl.