La historia de Laurent Chardard es el claro ejemplo del afán de superación constante ante las adversidades que, en mayor o menor medida, nos depara la vida. Un 27 de agosto de 2016 su vida cambió por completo tras ser sorprendido por un tiburón mientras practicaba bodyboard, en Boucan Canot, territorio francés al noroeste de la Isla de la Reunión.
El escualo le atacó mientras estaba en el agua y le arrancó el brazo y la pierna derechos, aunque afortunadamente Chardard logró golpear en la cabeza al animal y consiguió subirse de nuevo a la tabla.
"De repente vi una masa marrón grisácea, típica de un tiburón bulldog, que venía de abajo. Logré soltarme golpeándolo con la mano izquierda. Dicen que hay que golpear las branquias, pero no tengo ni idea de dónde le di, probablemente en la boca. Gracias a eso, se soltó y pude volver a subirme a la tabla", comentó entonces el francés a los medios de la zona.
El tiburón logró llegar a él tras colarse por un agujero de cerca de dos metros de diámetro que yacía en la red antiburones. Tras el ataque, un socorrista le rescató con su moto acuática y le llevó hasta la orilla, donde fue atendido por los médicos, que lograron frenar la hemorragia y salvarle la vida.
Tras el brutal susto, y lejos de dejar a un lado el deporte, Chardard, ingeniero de profesión, se fabricó su propia prótesis para poder hacer surf y bodyboard.
"Parece un poco casero, pero poder entrar en el agua es una parte importante de mi vida. En cuanto tengo tiempo libre, intento ir a la costa para buscar la mejor ola. Es una pasión que ha permanecido", explica el galo.
Su capacidad de resiliencia le devolvió al agua, donde sorprendió a sus entrenadores y fue convocado por el conjunto de natación paralímpico francés. EN Londres 2019, Chardard se coronó como subcampeón del mundo en Londres 2019.
Este 30 de agosto, día de su cumpleaños, el nadador paralímpico se ha quedado a las puertas de la medalla en Tokio, aunque en los próximos días luchará en 100 metros braza y 100 metros libre. El camino recorrido por él desde aquel fatídico agosto de 2016, sin duda, es el mejor metal que se puede llevar.