No ha sido la mejor puesta en escena de estos Juegos Olímpicos, pero sí que es una de las historias de superación y lucha a favor de los derechos humanos e igualdad.
Masomah Ali Zada ha acabado última a nueve minutos de la siguiente clasificada en la prueba de contrarreloj de bici en ruta femenina, ¿pero acaso importa el resultado? Para la afgana, no.
La ciclista de 25 años ha cumplido su sueño después de haberse visto en la necesidad de salir de su país en varias ocasiones. La primera fue en su niñez, escapando a Irán a causa del poder talibán de Afganistán. Allí, junto a su hermana, descubrió su amor por la bicicleta.
Esos años también fueron duros ya que no podían ni ir al colegio al no ser reconocidos oficialmente como exiliados. Las burlas seguían produciéndose, así que cuando en el 2000 los talibanes fueron expulsados de Afganistán, decidieron volver.
Su pasión por las dos ruedas siguió sin ser aceptada por parte de una sociedad aún machista y afincada en una mentalidad represora. De hecho, Ali Zada fue atropellada de manera intencionada y sin recibir auxilio cuando disfrutaba de su hobby.
"Sabía que estaba en peligro, pero nunca imaginé que la gente podría agredirnos por eso", declaraba a 'AP' años atrás. "Mucha gente nos insultaba y quería que dejáramos de montar en bicicleta", cuenta. Pero ellas no lo hicieron.
En Francia encontraron la libertad. Fueron invitadas a participar en un carrera y desde entonces el país galo es su casa. Sin embargo, solo Masomah fue becada e invitada por el COI a Tokio 2020, formando parte de la delegación formada por el Equipo Olímpico de Refugiados.
Hoy es un debut, mañana debería ser una lección para tumbar barreras y erradicar las prácticas autoritarias. "Un día, el ciclismo tiene que convertirse en una tradición... común para todas las demás chicas afganas", comenta en uno de los documentales que han rodado las hermanas, llamado 'Las Pequeñas Reinas de Kabul'.